El daño y la reconstrucción (MÉXICO)
- Categoría: México
- Visto: 269
El terremoto del 7 de septiembre devastó zonas completas de dos de los estados más pobres del país. Las fotografías y videos que circulan en la prensa y redes sociales atestiguan el drama que la naturaleza acarreó. Aparte de las víctimas mortales—que es lo más lamentable— la destrucción y consecuencias posteriores son gigantescas. Reconstruir infraestructura y viviendas será tarea titánica.
En alguna columna o nota en la red leí que se necesitaría un Plan Marshall para reconstruir el Istmo de Tehuantepec y la región del sur. Eso demanda una inversión colosal que poca gente está dispuesta a poner. Los grandes empresarios —que siempre piensan en las utilidades, aunque vistan ropaje filantrópico— no van a invertir recursos donde las perspectivas de pérdidas son mayores que las de ganancias. El ahorro local navega entre la inexistencia y la precariedad. Muchos piensan que la reconstrucción es tarea del Estado y nada más.
Esta vez las autoridades de Oaxaca, Chipas y Veracruz, bajo la coordinación del gobierno federal, se aplicaron a diagnosticar el tamaño de las averías. Es un comienzo necesario, pero pasada la angustia y las intervenciones de ayuda, la destrucción seguirá allí. Un plan integral de recuperación acaso debería ir más allá de la mera reconstrucción; no se trataría de rehacer lo que alguien construyó mal. Es una oportunidad para modernizar infraestructura e instalaciones estratégicas, no nada más remendar las antiguas sobre los mismos cimientos.
Tal vez en ningún otro sector se haya trabajado con la diligencia que lo hizo la Secretaría de Educación Pública. El secretario Aurelio Nuño declaró que concluyó el levantamiento del censo de las escuelas afectadas. Informó que mil 75 planteles en Oaxaca y mil 571 en Chiapas sufrieron algún tipo de afectación. También, declaró que el costo de la reconstrucción podría alcanzar dos mil millones de pesos (El Universal 18-9-17).
Aurelio Nuño expuso que la SEP, junto con los gobiernos locales, se aplicará con urgencia a la recuperación de los espacios escolares, pero sin poner en riesgo a estudiantes ni a maestros. También hizo cálculos del costo de la reconstrucción y explicó que gracias la previsión, de los dos mil millones de pesos que se necesitarán, las compañías de seguros aportarán alrededor de mil 800; el Fondo de Desastres Naturales pondrá otros recursos y la SEP cuenta con 70 millones para reparaciones menores que destinará a las escuelas y que cada comunidad realice las reparaciones. En algunas áreas, el Ejército instalará aulas provisionales para que los niños no pierdan muchos días de clases.
Respecto a la idea de un Plan Marshall para modernizar la región no soy optimista. Según un texto que leí hace muchos años, en alguno de los cursos que tomé en mi posgrado, aquel plan funcionó de maravilla en Alemania, no tanto en otras partes de Europa Occidental, por dos razones. La primera, Alemania quedó devastada por los bombardeos, no se reconstruyó, se edificó de nuevo. La segunda, su gente poseía conocimientos, habilidades y destrezas productivas que la guerra no destruyó y los pudieron aplicar para la recreación de la República Federal Alemana. Eso sentó las bases de su futuro desarrollo.
Esa explicación corresponde a la teoría del capital humano; el autor miró al sistema educativo previo a la guerra y lo que había labrado en más de un siglo y medio de escolaridad. En nuestro México de hoy no podemos darnos el lujo de pensar de esa manera. En las zonas del desastre se acumulan buena parte de los rezagos y males de la educación nacional: altos índices analfabetismo y deserción escolar y, en contraste, bajos indicadores de aprovechamiento. No hay mucha gente con competencias productivas para la modernización endógena. Habrá que potenciar la sabiduría de las comunidades, diría Amartya Sen.
No obstante, tampoco logramos mucho con lamentaciones. ¡Qué bueno que la SEP fue previsora y hay fondos para reparar escuelas! Pero la tarea es mayor: hay que reconstruir la educación. Un proyecto integral, pienso, debería contener ideas claras para disciplinar a los gobiernos locales y derrotar —con política e ideología— a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. ¡Para ello se necesita algo más que dinero!
La solución, por supuesto, no podrá ser de corto plazo. El plazo corto es enemigo de la visión de largo alcance. Sin embargo, hay que actuar de inmediato, el daño está allí. Pero espero que la urgencia no nuble lo trascendente.
Carlos Ornelas / Excélsior
Página Web - 2017/09/20
Fuente: http://www.excelsior.com.mx/