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Tres poblaciones del Bajo Cauca antioqueño tuvieron daños de consideración en vías, casas y colegios por fuertes vientos que azotaron el fin de semana esa subregión del norte de Antioquia.

El comandante de los bomberos de El Bagre, John Ríos, informó que en la madrugada de ayer un aguacero, que duró hora y media, azotó la población y fue acompañado de fuertes vientos que se llevaron tejas en 50 casas, un colegio y tiraron al piso 8 árboles que obstaculizaron vías céntricas.

Indicó que ayer en la tarde aún estaban realizando el censo de afectados.

En la vecina población de Zaragoza, según informó el jefe de bomberos de la localidad, Berny Cuesta, hubo un coletazo del fenómeno natural, pero en la vía que conduce al municipio de Segovia. Dijo que en el tramo Zaragoza-corregimiento Machucha, se desplomaron ocho árboles que impidieron el paso de carros hasta las 11:00 a.m. del domingo.

Finalmente, en la noche del viernes, en Caucasia, un ventarrón destruyó los techos del centro educativo Las Malvinas, sede de la vereda Corrales Negros y de tres casas vecinas. El bombero, Edward Valencia, dijo que el fenómeno dejó a 45 niños y jóvenes desescolarizados.

 

 


Rodrigo Martínez Arango / El Colombiano

Página Web - 2017/07/09

Fuente: http://www.elcolombiano.com/


Luego de dos meses del derrumbe de una construcción en el barrio Blas de Lezo, el alcalde de la ciudad, Manuel Duque, ofreció a 43 familias un subsidio de arriendo por dos meses, $2 millones para empezar un negocio, acceso a salud y educación.

Después de dos meses del desplome de una construcción en el barrio Blas de Lezo en Cartagena, la alcaldía anunció que apoyará a 43 familias que resultaron afectadas.

En una reunión que se llevó a cabo este jueves con los damnificados, el alcalde de la ciudad, Manuel Duque anunció que se compromete a realizar un acompañamiento a las personas afectadas y les ofreció ayuda para crear negocios, acceder a salud, educación y vivienda.

Javier Emilio Lora, director del Plan de Emergencia Social dijo al Diario el Heraldo, “nos comprometimos a entregarle a las 43 familias, que ya se caracterizaron y que se definieron quienes eran los beneficiarios, la creación de negocios, cada uno por 2 millones de pesos, subsidios de arriendo, de alimentación, kit de aseo y el acompañamiento en los próximos tres meses y el de fortalecimiento de los negocios en los próximos cuatro meses”.

Este acompañamiento se realizará en conjunto con la Defensoría del Pueblo, la Procuraduría, el ICBF, la Personería y el Sisben quien garantizará el acceso a la salud de las familias.

El defensor del pueblo, Roberto Vélez, quien también asistió a la reunión aseguró que las familias recibirán un subsidio de arriendo por tres meses y “unos proyectos de trabajo para familiares de las víctimas empleabilidad en algunos sectores laborales de la ciudad”.

Esta decisión se tomó luego de que el pasado viernes las familias victimas protestaran en las calles de Cartagena pidiendo respuesta del distrito.

 

 


Redacción Nacional / El Espectador

Página Web - 2017/07/06

Fuente: http://www.elespectador.com/


En medio de una fiesta de chirimía, como un pequeño San Pacho, Celenis Tapias puso su puesto de comida para vender Mondongo. Ella es una de las 7.500 personas quien desde este año vive en la Ciudadela Mía, en Quibdó. Este es un complejo habitacional de 1.500 apartamentos que se convirtió en un desafío, básicamente, porque fue un barrio construido desde cero y en el que, a diferencia de cualquier otro de Quibdó, este tiene edificios.

Y es que más allá de los otros retos que se han ido superando o que están por resolverse, como por ejemplo, que la ciudadela está retirada del centro de Quibdó, que no tiene escuela ni iglesia ni centro médico; la primera tarea era garantizar la convivencia y crear comunidad.

Por eso, con la fiesta que trajeron los tambores, Celenis dijo que estaba feliz porque además, pudo vender el mondongo que sus nuevas vecinas le ayudaron a preparar. “Todo este proceso para nosotros ha sido de crecimiento permanente, es nuevo para mí tener vecinos, es que ni siquiera tenía casa, por eso mi vida cambió. La convivencia hasta ahora ha estado bien, claro, a veces hay problemas como en todas partes, pero se resuelven. Nos estamos aprendiendo a comunicar”, dijo.

Ana Luisa Córdoba es una de sus vecinas. Ella viene del Medio Atrato. Desde hace 15 años llegó a Quibdó desplazada. Dijo que estaba feliz porque esta mañana todos sus nuevos amigos estaban contentos, que la felicidad es simple. “Seño, en este momento de mi vida nada me hace falta: tengo mi casa, mis hijos y un amor bonito”, contó.
Un nuevo comienzo

Todo este proceso estuvo liderando por la Fundación Orbis, quien se encargó además, de llevar pintura y de ponerle color al barrio; de comenzar un proceso de convivencia que fuera permanente. Lo que ocurrió fue que este fin de semana el programa liderado por la Fundación llamado “El Color de la Convivencia” llegó a su fin y este modelo de acompañamiento social quedó en manos de la Alcaldía y de la Diócesis de Quibdó.

“Se inicia una nueva etapa en todo este proyecto. Desde este momento el reto es nuestro, con la Diócesis, y sabemos que debemos continuar impulsando la labor de integración social en Quibdó. Esta ciudadela es un icono de ciudad”, explicó el alcalde Isaías Chalá Ibargüen. Reconoció que debido a lo grande de este barrio siempre se presentan inconvenientes de seguridad, pero, insistió que sus habitantes quieren vivir en armonía y están trabajando para construir convivencia.

El viceministro de Vivienda, David Pinilla Calero, indicó que lo que se viene es un reto y es continuar adelante con la convivencia. “Nuestro interés es comenzar a entregarle los proyectos a la comunidad y que ellos se encarguen de seguir adelante con temas como el de la tolerancia”.

Frente a la queja de algunos de sus habitantes por la falta de escuelas, parques y un centro médico, indicó que el Ministerio de Vivienda está trabajando en eso. “Tenemos un programa que se llama equipamientos y con esto lo que estamos haciendo es financiar este tipo de inversiones. En alianza con otros ministerios logramos traer centros de salud. Nuestro reto no es entregar techos, aquí lo que estamos mostrando es que estamos entregando hogares”.

El padre Harol Romaña, representante del la Diócesis, indicó que la curia entiende el proceso de acompañamiento y que por eso hay que continuarlo. Asumirán el reto de enseñar a vivir en edificios, “esto es algo novedoso. Esa será nuestra tarea: acompañar al pueblo para que aprendan a vivir en este tipo de propiedades, para que haya una convivencia pacífica y estable”.

Están en el proyecto de abrir una bodega en la que esperan funcione la iglesia. “Ya tenemos un sacerdote asignado para este lugar y tendremos un equipo de misioneros que llegarán en los próximos días”, dijo.

*Por invitación de la Fundación Orbis

 

Contexto de la Noticia

“pinté mi casa con los colores del mar”

En el apartamento de Luz Elena Mosquera el almuerzo de este fin de semana era caldo. Dijo que lo hizo de pollo porque su vecina se lo regaló. Vive de hacer hielo y vende agua y gaseosa. Tiene 73 años y nació en el Alto Baudó. Hace 16 años es desplazada por la violencia. “Yo vivía en una casita de madera y Dios me dio apartamento de cemento. Aquí he estado muy bien y siempre tengo compañía. Mis vecinos se quedan conversando conmigo hasta tarde en la noche. Yo pinté mi casa con el color que siempre soñé: azul, como el mar. Aquí tengo un pequeño patio en donde siembro flores, cilantro y albahaca. Vivo con mi nieto Manuel y soy feliz”.

 

 


María Victoria Correa Escobar / El Colombiano

Página Web - 2017/07/04

Fuente: http://www.elcolombiano.com/


En Medellín tiembla todos los días y las montañas les recuerdan a geólogos y expertos en sismos que esta tierra, la antioqueña, ha sufrido grandes terremotos.

La cercanía al anillo del fuego o a dos placas tectónicas que chocan, la de Suramérica y la de Nazca, soportan la premisa de amenaza sísmica, que según investigaciones académicas e informes del Servicio Geológico Colombiano, para la ciudad es de nivel intermedio.

El tema se está tratando en todo el Valle de Aburrá sin tabúes, aunque autoridades e investigadores dejan claro que no quieren generar pánico.

Ana Beatriz Acevedo, docente e investigadora de la Universidad Eafit, revela que el 50 % de Medellín y su área metropolitana revisten un riesgo de colapsar ante un movimiento de tierra superior a una magnitud de 6.

Considera, ciñéndose a sus investigaciones sobre el tema, que las laderas, al estar en suelos que no son precisamente rocosos, son más sensibles a los temblores de la tierra. En cambio, las viviendas que están en los bordes del río, sobre suelo de roca, no sentirán tan fuertes los sismos.

“Gran parte de la ciudad está en suelos que no son roca, es decir, que van a ser más sensibles y se sentirá más un terremoto”, apunta.

Incumplen con las normas

Esa vulnerabilidad en la mitad del territorio, según Acevedo, se da por procesos inadecuados de construcción de edificios donde, por ejemplo, un albañil es quien calcula vigas y columnas y levanta las estructuras. También, en algunos casos, se utilizan materiales de mala calidad.

“Tenemos resultados que nos certifican que más del 50% de la ciudad son viviendas de mampostería no reforzada, hechas en ladrillo, los muros son los que soportan las cargas y no tienen acero, no hay columnas. Este sistema estructural está prohibido por la norma en zona de amenaza media y alta como Medellín”, asevera, y destaca que esas anomalías se presentan, principalmente, en viviendas viejas.

Para dimensionar el riesgo que tiene la ciudad, por los posibles efectos de un terremoto, Acevedo relaciona la capacidad de las estructuras existentes para resistir fuerzas sísmicas: “Un edificio que tiene normas y materiales que cumplen, resistirá. Si se trata de una casa levantada mediante un proceso de autoconstrucción, lo más probable es que sufra”, aclara.

Al igual que Acevedo, Catalina Yepes, ingeniera civil con especialización en estructuras, e investigadora en temas relacionados con sismos de la Universidad Nacional, sede Medellín, se muestra preocupada por la persistencia en la utilización de mampostería no reforzada en la construcción, lo que aumenta el riesgo de colapsos.

“Es importante que la sociedad adopte las normas de manera estricta. Aunque hay edificios que cumplen estándares internacionales, se sigue construyendo de manera informal y no se regulan muchas edificaciones. La mampostería no reforzada es predominante en Antioquia y esta es vulnerable”, recalca.

En Medellín, como en Colombia, se presentan a diario terremotos, muchos que al ser profundos y alejados de cascos urbanos no impactan poblaciones. El país está en una zona (anillo del fuego) susceptible de estos fenómenos y que también integran Chile, Perú, la Costa pacífica de EE. UU., Japón y pasa a Indonesia y Nueva Zelanda.

“Nosotros (Colombia) estamos en una sismicidad compleja. Por lo general, estos terremotos son de movimientos circulares”, subraya.

Una de las zonas de amenaza en Antioquia es la que comprende el sistema de fallas conocido como Romeral, que toca algunos lugares del noroccidente del Valle de Aburrá y el occidente del departamento. En el territorio nacional, de acuerdo con Yepes, la sismicidad más frecuente se da en el nudo de Bucaramanga, que es profunda. “No son movimientos definidos”, dice.

No estamos bien preparados

La amenaza sísmica que presenta Medellín, establecida en un nivel intermedio (ver gráfico) no es la más alta del mundo y tampoco del país, pero significa un riesgo y aquí no construimos teniendo en cuenta ese riesgo.

Así lo explica el profesor Juan Diego Jaramillo, experto en sismos de la Universidad Eafit, y quien atribuye a ese riesgo una “peligrosa mezcla de edificaciones viejas y pobreza”.

“Tenemos normas para construcción sismorresistente apenas desde 1984, problemas de pobreza que hacen que esas normas no se cumplan, porque la gente tiene otras necesidades, y falta autoridad para hacer cumplir las normas y hay que tener con qué cumplirlas, eso cuesta dinero”, establece.

Jaramillo advierte que en la ciudad no estamos bien preparados para afrontar los riesgos ante un sismo, a pesar de que se conoce bien la amenaza (ubicación de las fallas). Destaca que la norma está actualizada con respecto a parámetros internacionales.

“No hay que ser experto. Alguien camina por la ciudad y deduce que puede pasar algo grande”, enfatiza.

El Área Metropolitana del Valle de Aburrá (AMVA), autoridad ambiental de esta región, viene avanzando en un plan de riesgo sísmico.

Al respecto, María del Pilar Restrepo, subdirectora ambiental de la entidad, explica que el plan consiste en una serie de acciones en el corto y mediano plazo, para que los municipios se desarrollen armónicamente, pero que haya una estrategia que les permita responder ante un evento.

“Hacemos estudios técnicos en las fallas e instrumentación sísmica con el Sistema de Alertas Tempranas (Siata). La preocupación es con las viviendas residenciales, muchas que están en zonas de alto riesgo que no cumplen con especificaciones de sismorresistencia”, señala Restrepo.

El AMVA, además, justifica la pertinencia del plan metropolitano de riesgo sísmico en el escenario que, de ocurrir un sismo, se afectaría la región en movilidad, conectividad y servicios públicos, entre otros temas.

Cali y Pasto con más riesgo

La investigadora Ana Beatriz Acevedo, apunta que al estar Cali más cercana a la costa Pacífica tienen más probabilidad de que sufra sismos de gran proporción.

Como el Valle del Cauca, Chocó, Nariño y Cauca también son propensos, en mayor medida, a terremotos de magnitudes superiores a 8.

Por el contrario, añade Acevedo, Guaviare, Puerto Carreño, Mitú, Leticia, Barranquilla, Cartagena y Valledupar tienen la amenaza más baja.

“El 87 % de la población colombiana está en zonas de amenaza sísmica media o alta, esto porque la mitad del país está en cuatro departamentos: Antioquia, Valle, Cundinamarca y Santander. Cali tiene sismos más seguidos y grandes, pero en las otras también ocurre”, afirma Acevedo.

En temas de prevención, la pauta en el país la ha marcado Bogotá, según coinciden Acevedo y Restrepo.

Allí se emprendió un proceso de identificación de zonas de riesgo y se inició la ejecución de un plan de reforzamiento de estructuras que incumplían la norma de sismorresistencia nacional, inicialmente en estaciones de bomberos y centros médicos.

En Medellín quieren recuperar el tiempo perdido y no pecar por lo inusual de estos eventos, de los cuales se tiene poco registro, el último en 1992 y que dejó un centenar de viviendas destruidas.

 

 


Víctor Andrés Álvarez C. / El Colombiano

Página Web - 2017/06/30

Fuente: http://www.elcolombiano.com/


Motivados por abaratar costos y reducir los tiempos de construcción, empresas privadas y la Universidad de Medellín, patentaron un sistema alternativo para construir muros de contención.

El sistema consiste en el uso de barras de acero de alta resistencia atravesados en los bloques de concreto que componen el muro, más una base de hormigón, y se aplica para contención de tierras en carreteras e infraestructura urbana.

En lugar de utilizar el sistema convencional, se usan barras de acero especial, que permiten sujetar y comprimir los bloques de concreto, para ganar resistencia, con lo cual se ahorra el tiempo de endurecimiento que se requiere en el proceso tradicional, en el que se usan varillas con bloques y cemento.

El avance se logró gracias a la alianza entre el Grupo de Investigación de Ingeniería Civil de la Universidad de Medellín, la empresa Prefabricados Adoquin-Ar y el inversionista Andrés Felipe Caballero, quienes aportaron recurso humano y económico, además de compartir los derechos patrimoniales de la patente.

 

Menos tiempo, más barato

Datos del grupo de investigación de la Universidad de Medellín señalan que un metro cuadrado de muro necesita 21 kilogramos de acero convencional, a $3.200 cada kilo, lo que representa un costo total de $67.200.

Mientras que el sistema patentado necesita, para la misma medida, 7 kilos de acero de alta resistencia, con un costo aproximado de $7.500 cada kilo, para un total de $52.200.

Según la universidad, esto representa una reducción en costos de entre 30 % y 35 %.

Respecto al tiempo, los investigadores estiman que se puede reducir entre un 40 % y 50 %, dependiendo del tamaño de la obra.

Ricardo Bonet, investigador de la U. de Medellín, informó que el primer muro con esta técnica se construyó en Amagá, en 21 días, y que si hubiera hecho con el sistema tradicional, tomaría 45 días. También se levantó otro muro en el municipio de Granada.

Según Juan Pablo Arbeláez, gerente de Prefabricados Adoquin-Ar, estas construcciones podrían ser utilizadas en las carreteras de cuarta generación, impulsadas por el Gobierno Nacional.

 

 


Juan Diego Posada Posada / El Colombiano

Página Web - 2017/06/30

Fuente: http://www.elcolombiano.com/