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El prototipo, obra de la arquitecta mexicana Tatiana Bilbao,  nace de una antigua necesidad. En un país con 120 millones de  habitantes, la demografía ha sido un monstruo que durante décadas ha  aplastado los sueños de los más débiles. La población ha crecido mucho  más rápidamente que el Producto Interior Bruto. El resultado son 53 millones de pobres (11 millones de ellos en precariedad extrema) y un agujero de nueve  millones de viviendas. Tantas como dos veces la población de Irlanda.  Los intentos del Estado por suplir esta carestía han sido insuficientes.  El coste inmobiliario y, agazapado, el beneficio de los constructores,  altamente predatorios en México, ha reducido el impacto de las ayudas  oficiales y convertido la vivienda digna en un bien casi inalcanzable en  las zonas más atrasadas del país, como Chiapas u Oaxaca.
 
Para superar esta barrera, Tatiana Bilbao ha desarrollado su  prototipo. Extremadamente funcional y sostenible, la obra exuda  ideología. “La arquitectura se ha alejado de la sociedad y tiene que  volver a ser relevante, ejercitar su poder de dar o quitar calidad de  vida. El beneficio social debe primar sobre el económico”, explica la  autora.
 
Galardonada en 2014 con el Premio Global de Arquitectura Sostenible,  la creadora es nieta del arquitecto vasco y ministro de la República,  Tomás Bilbao. El espíritu de este abuelo, fundador de Acción  Nacionalista Vasca y muerto en el exilio, recorre su obra. "Tengo su  idea del quehacer social", explica Bilbao, entre cuyos diseños figuran  la Casa Ajijic o el Jardín Botánico de Culiacán, dos referencias en la  joven arquitectura latinoamericana.
 
En su último reto, Bilbao partió de la idea de dar calidad de vida a  los moradores, pero sin aumentar coste ni simplicidad. Prueba ello, es  que el plan de edificación se ha depurado al máximo y en la propia  Bienal de Chicago, donde se toma la temperatura a las últimas tendencias  mundiales, la casa ha sido construida ante los ojos de los  organizadores en apenas tres semanas. “Le hemos incorporado todos  elementos menos los inodoros, porque nos dijeron que los podrían emplear  los visitantes”, bromea la arquitecta.
 
Otro elemento de ruptura en la Vivienda popular es el espacio mismo.  Los 63,35 metros cuadrados de la casa (versión rural) superan en un 46%  la superficie mínima autorizada en México (43 metros) y que, por  cuestión de costes, suele ser la habitual en viviendas sociales. Este  mayor tamaño mejora la habitabilidad, y con ella, la sensación de hogar.  “Los moradores no se lo creen cuando entran”, comenta Bilbao.
 
El acabado externo, con paredes de colores vivos, incide en este  efecto. La construcción puede ser de bloque de adobe o de panel-w  (poliestireno con armadura de alambre de acero). A estos materiales se  añade en los espacios abiertos el uso, como pared, de pallets  industriales de madera. Todo ello se remata con una estructura modular  que permite su ampliación sin excesivas dificultades. El resultado, ya  probado en una veintena de obras en los estados de Chiapas y Coahuila,  son edificaciones de aspecto ligero, cómodo y con una calidad muy  superior a la habitual en este tipo de viviendas. Un hogar digno para  los más necesitados. Pero también, desde el techo hasta el suelo, un  manifiesto contra la pobreza.
 
 
 
 
El País
Página Web - 2015/10/08
Fuente: http://cultura.elpais.com/