Hablar de la burbuja inmobiliaria en Castilla-La Mancha es pensar en la macrourbanización de Seseña, abandonada en la estepa Toledana, o en el residencial Valdeluz, un conjunto de chalets deshabitados a la sombra del AVE en Guadalajara, que prometía ser una pequeña ciudad a 15 minutos de Madrid en tren, pero que se quedó en un lugar fantasma abandonado y a medio construir. Sin embargo, no son los únicos ejemplos del afán por edificar que surgió en los años previos a la actual crisis económica. En la provincia de Toledo se encuentra uno de los complejos urbanísticos que llama la atención por el volumen de suelo urbanizado: el Señorío de Illescas.
Situado a unos cinco kilómetros del municipio de Illescas y a 30 de Madrid, esta urbanización es un interminable bosque de chalets y bloques de pisos que poco tiene que envidiar al residencial Francisco Hernando en Seseña. El Señorío de Illescas es un ejemplo de edificación sin límite. Actualmente, están empadronadas unas 6. 497 personas lo que supone una cuarta parte de la población total del municipio, que roza los 25.814 habitantes, según el Ayuntamiento.
“Nos han puesto de ejemplo en Europa de lo que no se debería hacer nunca”, señala indignado Agustín Palacios, de IU Illescas. El Plan de Ordenación Municipal (POM) —hoy discutido desde el propio Consistorio que ha cambiado de signo— data de 2010 y preveía que se edificaran hasta 20.000 viviendas. Una macrociudad que iba a dejar pequeña la prevista por El Pocero en la vecina Seseña y que suponía unir el casco urbano con El Señorío de Illescas, soterrando las líneas de ferrocarril que los separa. Una obra que IU, principal crítico del complejo, está pidiendo que se realice para poder crear un acceso digno al residencial.
Para acceder a esta urbanización desde Illescas hay dos caminos: bordeando el polígono Industrial de la localidad y accediendo desde la autovía A-42 o por un camino de asfalto sin pavimentar, utilizado regularmente por los vecinos, que pasa por encima de las vías de tren sin que exista ninguna señal que puede advertir al conductor que el ferrocarril se aproxima. “Esto es una locura y un auténtico peligro, no hay ni guardabarreras, ni nada”, apunta Palacios, que está llevando a cabo una campaña para asfaltar esa vía y advertir a quienes van y vienen de El Señorío de Illescas del paso del tren.
Al entrar al complejo, lo primero que se observa es el paisaje de viviendas construidas y el bosque de carteles de inmobiliarias anunciando la venta de casas en la zona. Desde IU aseguran que no es posible dar servicio a esa macrocomunidad.
Sin embargo, los vecinos que por allí pasean no comparten la misma opinión y se les ve satisfechos con su hogar. “Es una zona muy tranquila para vivir y los servicios del pueblo como de basuras, por ejemplo, llegan sin problema” apunta Yolanda, una joven de unos 30 años, propietaria de un piso en El Señorío de Illescas, que práctica footing por las anchas calles de la urbanización. “Antes había mucha vivienda vacía, no había nada. Ahora hay bares, farmacias, un Mercadona y están haciendo un Ahorra Más”, afirma una vecina del complejo que no ha preferido no dar su nombre. También destaca que se nota que los pisos han bajado de precio, ya que señala que un amigo suyo “compró un piso de cuatro dormitorios muy bueno por 120.000 euros”, cuando hace cuatro años el precio medio rondaba los 300.000. Ahora, el comprador puede encontrar ofertas de pisos de 135 metros cuadrados y cuatro habitaciones por 79.000 euros.
El paso de los años y el crecimiento a cuentagotas de la población ha propiciado que el macrocomplejo tenga su propio colegio público. “Tenemos ahora 650 alumnos, cuando en 2009 solo contábamos con seis clases. El colegio está completo y las aulas cumplen con el máximo de alumnos que marca la ley”, afirma Rocío Lara, director del colegio público El Grec de El Señorío de Illescas.
Paseando por Illescas sorprende encontrar desde áreas completamente desiertas de bloques de pisos con las persianas bajadas, hasta zonas en las que han prosperado negocios como una papelería, que además tiene licencia para dar clases de apoyo a los niños de la zona. José Vicente es un profesor que ronda los 30 años y que, por el momento no ha encontrado trabajo en ningún centro, aunque se saca algo de dinero dando clases en la papelería Colorín Colorado: “Esto no está muerto ahora, lo que pasa es que la gente no se atreve a meterse un negocio. Solo hay que ver el colegio por la mañana. Yo por la tarde doy clases a grupos de entre cuatro y ocho alumnos, por lo que esto ya tiene más vida”.
No obstante, este complejo urbanístico no es el único ejemplo de lo que la burbuja inmobiliaria ha dejado en Illescas. En la propia localidad, a escasos kilómetros de la vasta urbanización, se encuentra una zona de chalets a medio construir que han sido abandonados por los promotores. Se trata de viviendas de lujo complementarías al vecino El Señorío de Illescas cuyas calles, en su mayoría, están mal asfaltadas y presentan señales de precaución ya que algunos tramos se están hundiendo.
“Esto es un ejemplo de lo que pasa aquí. Se construyeron antes de que explotara todo y ahora están abandonadas", afirma Agustín Palacios. “Aquí se empezó a construir a diestro y siniestro y después las promotoras abandonaron lo edificado. Sin embargo, las basuras se recogen bien y hay servicios disponibles, aunque antes sí que estaba todo un poco más cuidado”, afirma Gema, una vecina que vive rodeada de estos chalets sin acabar. Unas casas de entre 100 y 130 metros cuadrados, con tres dormitorios cuyo precio oscila en torno a los 120.000 euros, un precio muy alejado de los 300.000 euros que se pedían en un principio.
Lo construido en Illescas es sinónimo de la burbuja inmobiliaria y de la búsqueda del enriquecimiento del constructor. Es una localidad con zonas sin terminar que afean el paisaje y transmiten una sensación profunda de abandono y del triunfo de la especulación. Los habitantes del pueblo se sienten ajenos a la macrourbanización con la que lindan, dado que sus nuevos vecinos no hacen vida en la localidad por los incómodos accesos y porque en El Señorío ya han aparecido los primeros comercios y lugares de ocio. No obstante, los residentes en el complejo se muestran satisfechos con la vida que está cobrando su urbanización mientras los bloques deshabitados que allí se encuentran sin vender permanecen a la espera de un futuro comprador o del deterioro inevitable por el abandono y el paso de los años.
Manuel Ibáñez /
El País
Página Web - 2013/11/27
Fuente: http://economia.elpais.com/