Una eternidad, un agujero sin fin, la penitencia más injusta... Eso y más significan para los zulianos los dos meses de caída libre del sistema eléctrico que hoy se cumplen. Tan oscuros como el petróleo que la entidad aporta a la nación, así pintaron los últimos 60 días.
“Lo que estamos viviendo es inhumano: nos dan cinco horas diarias de luz, como máximo. Camino por la calle casi dormido; cada vez me pensan más las noches sin descansar. Me preocupa muchísimo que mis hijos solo estén recibiendo tres horas de clases”, manifestó Ronald Morales, habitante del barrio El Callao, de San Francisco.
Peor aún, en Altos 3, de la capital zuliana, reciben menos de la mitad de ese tiempo de corriente. Kelvin Virla opinó: “Es una burla. En dos horas, ¿qué tanto podemos hacer? Tengo un bebé de tres meses que ya no soporta este calor tremendo. No hallo para dónde huir. El Zulia se ha convertido en un infierno”.
Elina Perozo aseguró que en San Jacinto y Mara Norte interrumpen la electricidad por un día entero, pero la devuelven solo por 120 minutos. Un caos similar enfrentan las comunidades de Pomona y Lago Azul.
El cronograma de racionamiento que contempla cortes de 6 horas y suministros de 6 más se cumple parcialmente en zonas como 18 de Octubre. Sin embargo, en otras como Santa Lucía la fórmula se transforma en 10x4, según reportaron los afectados. El Varillal y Andrés Eloy Blanco se suman a la lista.
Entretanto, en Casigua El Cubo, del municipio Jesús María Semprún, los residentes deben soportar desmedidas jornadas que exceden las 16 horas de desconexión, reclamó Alfonso Medina.
La cotidianidad se esfumó para los ciudadanos de una de las regiones más ricas del país, pero la más pobre en cuanto a energía se refiere. Necesidades básicas como dormir se han vuelto titánicas desde el 7 de marzo, cuando se registró el primer blackout que dejó una penumbra total.
A las 5:00 am, cual autómata, Yusleidy Ospino deja su vivienda apagada para asistir a las clases de Medicina en la Universidad del Zulia (LUZ), donde se esfuerza para asimilar los contenidos.
“Es muy duro seguir estudiando en estas condiciones. No puedo ni siquiera encender la computadora y debo leer muchísimo en medio de la oscuridad. Es un esfuerzo físico sobrehumano”, expuso desde Mata de Tigre, en La Cañada de Urdaneta, donde constantemente se escuchan explosiones de transformadores y, en los ratos de ‘gloria’ el fluido se mantiene inestable.
El hecho es que las agendas zulianas, en absolutamente todos los sectores, están sometidas a una parálisis que no da muestras de mejoría. Los días pasan y la capacidad de ‘aguante’ de los zulianos se debilita a la velocidad de la luz que poco dan.
Andrea Salas / Panorama
Página Web - 2019/05/07
Fuente: https://www.panorama.com.ve/