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El mundo se urbaniza cada vez más; en 1990, menos del 40% del total de la población vivía en una ciudad, pero desde 2010, más de la mitad de todas las personas viven en el mundo, se encuentran en un área urbana. Para el 2050, ONU-Hábitat estima que 7 de cada 10 personas habitarán en una ciudad, siendo la expansión acelerada de las regiones metropolitanas el principal fenómeno del siglo XXI.

Como consecuencia, el municipio se transforma el promotor central del desarrollo y el gobierno local en los responsables de su gerencia. Una de las muchas razones por las que Benjamin Barber, señala “los Alcaldes deberían gobernar al mundo”, en sus manos está el dominio en el las transformaciones económicas, sociales, culturales y medioambientales que en las últimas dos décadas se han implementado a través de procesos de reorganización espacial, renovación urbana, nuevos patrones de localización de actividades detonantes de progreso, emprendimiento y creatividad. Ejemplos de gestiones exitosas hay muchos en Latinoamérica, Sergio Fajardo y Aníbal Gaviria en Medellín, Antanas Mockus y Enrique Peñalosa Londoño en Bogotá, Jaime Lerner en Curitiba, Mauricio Macri en Buenos Aires, Denise Correde en Montreal, Tony Gali en Puebla y/o Irene Sáez en el municipio Chacao de Caracas. Cada uno de ellos, en momentos históricos distintos y situaciones diferentes, se atrevieron a ser gerentes del municipio, con innovación y creatividad, potenciaron sus fortalezas y utilizaron las oportunidades del momento político y el entusiasmo social a favor de la ciudad y sus habitantes.

Hoy la Nueva Agenda Urbana refuerza la importancia de los gobiernos locales vinculando la mayor parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y sus metas 
 al 2030 a sus competencias.

Felip Roca, ex secretario general de la organización de grandes ciudades del mundo, METROPOLIS reconoce que estamos en un proceso de reconfiguración del espacio, su dinámica y gobernanza, donde el pensar global y actuar local, permite la convivencia de la escala humana con la satelital, contribuye a una visión integral del territorio, promueve las alianzas estratégicas y la participación de todos los actores que hacen vida en la ciudad.

Encontrar el equilibrio para priorizar los asuntos globales sin olvidar los locales, respetar la cotidianidad de los ciudadanos y la autonomía de cada sector de la ciudad, es la clave.

La Nueva Agenda Urbana (NAU), surgida de la Conferencia Hábitat III celebrada en Quito en 2016, propone un nuevo modelo de desarrollo para las aglomeraciones urbanas que integre todas las dimensiones del desarrollo sostenible, con el objetivo de avanzar hacia nuevos estándares de equidad, bienestar y prosperidad compartida por todos. En este marco, las referencias específicas de la NAU a los desafíos metropolitanos focalizan en cuatro temas principales: Competencias, Planificación, Transporte Sostenible, Cambio Climático y Resiliencia.

Además de la gestión de las ciudades debemos preocuparnos por las grandes ciudades, las metrópolis y las megalópolis, esas inmensas concentraciones de personas y actividades que presentan una complejidad y diversidad sin precedentes, tanto en el aspecto demográfico, como en su movilización y requerimientos de servicios, la salud, el empleo y la división político administrativa político que la vincula a su gestión y gobernabilidad . Seúl, París y Ciudad de México, por ejemplo, superan individualmente la economía de países como Suecia, Austria y Chile. Son sedes de organismos de gobierno, de las principales empresas, universidades, centros de investigación y culturales y de las principales organizaciones de la sociedad civil; concentran una parte muy importante del talento y la creatividad, de la innovación tecnológica y de la producción artística.

Las grandes metrópolis están conectadas globalmente y tienen la capacidad de articular y dinamizar los territorios que las rodean, a escala local, nacional y regional. La Agenda 2030 consolida el reconocimiento de las áreas metropolitanas como actores clave en los procesos de desarrollo sostenible, siempre y cuando cuenten con una gobernanza inclusiva y multinivel basada en los territorios funcionales.

Caracas es una de esas grandes ciudades, un área metropolitana reconocida por la Constitución de la República pero no por el gobierno de turno.  Hoy se encuentra en un limbo jurídico, que no define norte ni objetivo.

 

*Urbanista, MSc Diseño Urbano, Especialista en Planificación Estratégica Urbana y Gestión del Desarrollo Local

 

 

 


*Zulma Bolívar / El Constructor On Line

Página Web - (Fecha de publicación no referenciada por la fuente)

Fuente: https://elconstructoronline.jimdo.com/


El artículo de María Eugenia Clavier R afirma que "es la Caracas de su centro fundacional, la Santiago de León, la que creció, se extendió y arropó otros poblados del valle.."


Caracas, esa que abarca de un extremo al otro del valle y más allá, es una y muchas a la vez. Es -y siempre ha sido- plural.

Es la Caracas de su centro fundacional, la Santiago de León, la que creció, se extendió y arropó otros poblados del valle... y llegó a otros valles más allá de las colinas. Es esa conurbación capitalina que algunos todavía consideramos nuestra.

En ella conviven centros urbanos con identidad propia, como Petare, Antímano, El Hatillo o Chacao... y vecindarios con espíritu y tradición como Catia, La Pastora, Altagracia o el 23… las comunidades destacan o se funden unas con otras, pero todas son parte en esa pluralidad que es Caracas.

Algunos de los elementos del conjunto tienen nombres que suenan, como Los Chorros o Las Brisas, hay otros visuales, como Vista Alegre o Altamira... y La Candelaria tiene sabor. En las denominaciones que conjuga la ciudad hay historias en presente y pasado, hay cantidad de santos, cerros, árboles, colinas, personajes, flores y anécdotas; hay un Valle en el valle, una Vega que se escapó de la margen del río, un Paraíso y un Calvario, una Puerta... y una Silla en las alturas.

Su identidad se vincula irremediablemente con las montañas que la separan del mar, que la protegen, le dan norte, verdor, pájaros y paseos. Sus cimas tienen nombres que no todos usan, indígenas y españoles combinados, -como creció la ciudad- como se formó en pluralidad de sonidos cuando unieron a los Caracas con Santiago y el león. Naiguatá, Ávila, Oriental, Occidental, son la sierra grande, el waraira repano… el Ávila de tanta inspiración y tanta nostalgia.

Caracas está cruzada por aguas, respetadas o negadas; quebradas de todo tamaño que con frecuencia -como las aguas suelen hacer- desafían las decisiones de los hombres; ríos de presente y olvido, que todavía esperan un lugar respetable en el paisaje urbano, como lo tuvieron cuando el valle era vegetación y no ciudad. Macarao, Agua de maíz, Anauco, Maripérez, Caurimare, Catuche, Valle, Cotiza, Chacaíto, Guaire, entre otros que fluyen o fluyeron.

Su variado componente construido incluye piezas de valor y de utilidad… y otras no tanto. Tiene formas distintas, Caracas, se las reconoce, se las puede apreciar o despreciar; contiene desde la belleza y el patrimonio hasta el absurdo, es objeto de cuido o descuido, pero es, en forma y función.

La ciudad es su gentilicio y su historia, su gente que todavía recuerda el buenos días y las gracias en medio de todos los que atropellan, las sonrisas y las manos que se tienden, a pesar de la basura y la violencia, del deterioro y la gestión desviada. Es el valor de su historia civil y cívica, de la lucha diaria de todos los que quieren seguir adelante -a mil distintas escalas-, de su cultura y el arte que alberga, la oportunidad de vencer a las circunstancias y a las sombras. La ciudad y sus ciudadanos se reinventan cada día -actualmente más por necesidad que por proyecto de vida- en pensamiento, palabra, obra y hasta en omisión. Ahí reside el potencial, la posibilidad en presente y futuro.

Esa Caracas compuesta, ecléctica, la de atardeceres rosa, la de las guacamayas, está y florece en apamates y sigue y lucha en cada esquina, donde maquillajes millonarios o enormes pancartas con lemas vacíos, no ocultan la crudeza de su hambre y su dolor. Esa Caracas de todos y de nadie, múltiple y única, intensa en singular y plural, cumplió 451 años.

*Coordinación Diseño Urbano Universidad Metropolitana

 

 


*María Eugenia Clavier R / El Universal

Página Web - 2018/07/27

Fuente: http://www.eluniversal.com/


Directora Ejécutiva de ONU Hábitat. Su trabajo consiste en velar por una planificación urbana sostenible, humana y cercana a los ciudadanos

Hay trenes que solo pasan una vez en la vida. Maimunah Mohd Sharif (Kuala Pilah, 1961) cogió el suyo cuando aceptó una beca para estudiar en Reino Unido. Originaria de una familia humilde de un pueblo de Malasia, sabía que la educación era el único arma para lograr un futuro mejor, aunque entonces no tuviera conocimiento alguno de la carrera que cursaría y que después se convertiría en su profesión: planificación de ciudades. “La vida decidió por mí”, dice sonriente en el vestíbulo de un hotel del centro de Madrid antes de dirigirse al Ayuntamiento en su primera visita a la capital como directora ejecutiva de ONU Hábitat, el programa de Naciones Unidas que promueve el desarrollo urbano sostenible.

Cercana, serena, defensora implacable de la educación y de la participación ciudadana como irreemplazable herramienta de gestión, Sharif lleva en el cargo desde el pasado enero tras haber sido alcaldesa de la isla de Penang y la primera mujer presidenta del Consejo Municipal de Seberang Perai, en Malasia. Ahora su tarea no es fácil de explicar: “La gente sabe que un arquitecto hace edificios y un ingeniero civil construye carreteras. ¿Y un planificador? Es la perspectiva general que tiene en cuenta lo social, económico, físico y psicológico”. Y sus virtudes, asegura, están probadas.

Pregunta. ¿Una ciudad puede morir de éxito?

Respuesta. Estuve en Barcelona hace dos días y había muchísima gente. El turismo puede aumentar el crecimiento económico y la productividad de una ciudad, pero a la vez genera retos. Es una cuestión de gestión. Cuando fui a la Alhambra ya había comprado el billete, pero me dijeron que tenía que esperar porque solo un cierto número de personas podía entrar. Esta es una herramienta de planificación. También debemos usar la tecnología, por ejemplo en la gestión del tráfico y del transporte público.

P. ¿Hay alguna solución a la gentrificación?

R. Creo que tenemos que recuperar los elementos de la cultura, el patrimonio y el arte locales y promoverlos para generar conciencia. También hacen falta reglas, pero lo más importante es la comprensión pública y la participación, incluso antes de diseñar las políticas.

P. ¿Cómo podemos hacer las ciudades más inclusivas?

R. Hace falta saber quiénes son sus habitantes, qué edad tienen, a qué se dedican, de dónde vienen… Es un proceso largo, y creo que es necesario el compromiso y la participación de la comunidad, aunque también debe haber un liderazgo. Antes de decidir hay que considerar la opinión de abajo, de arriba y hacer converger las ideas hacia el centro, porque cada uno tiene sus intereses y a veces chocan.

P. ¿E incluir la perspectiva de género en la planificación urbana?

R. Mi ciudad fue la primera en Asia en adoptar un presupuesto y una planificación participativos de género. Creo que las mujeres son muy importantes para conseguir ciudades inclusivas, porque somos el 50% de la población mundial. Si no se tiene en cuenta a este 50% creo que al final cada ciudad y cada país están condenados al fracaso. Cuando planeamos una ciudad para las mujeres planeamos para todos; si diseñas para que sea más segura para las mujeres, será más segura también para los hombres, los niños, los adolescentes.

P. ¿Cómo se elimina la segregación racial en las ciudades?

R. Con políticas de integración. Se puede intervenir en una nueva área con políticas de vivienda y territoriales. El problema son las zonas que ya existen, porque ahí se necesita mucho conocimiento, conseguir la participación de la comunidad y crear entendimiento. Es por eso que promuevo en la ONU la gestión en movimiento, que no sea solo desde arriba, desde la oficina, sino desde el terreno. Así ves el problema, lo tocas, lo hueles, lo escuchas. Después piensas en lo que se puede hacer. A veces no se puede borrar del todo, pero sí reducirlo.

P. Las grandes ciudades también generan soledad.

R. Creo que deberíamos recuperar los elementos de los vecindarios, el concepto de cuidarse el uno al otro. Esto también es inclusión. Una ciudad inclusiva es dinámica ante las necesidades de sus habitantes.

P. ¿Cómo pueden luchar las ciudades contra el cambio climático?

R. El cambio climático afecta al crecimiento económico, al desarrollo de las ciudades, va a repercutir en cierta medida en la paz y la estabilidad, en el medio ambiente y en la producción de alimentos. La gente va a las ciudades para tener una mejor calidad de vida, pero a veces se crea un desajuste entre lo que la ciudad puede ofrecer y la demanda. Se gestiona con políticas urbanas, tecnología, innovación; hacer prevención, planificación. Para ello, creo que la educación tiene que ser robusta y hablar del cambio climático desde el principio para que la gente tenga datos para gastar menos agua, consumir energía limpia.

P. Con el crecimiento de la población también va a aumentar el transporte.

R. Yo ya no hablo de transporte, hablo de la movilidad de la gente, porque las ciudades son para las personas, no para los vehículos. Hay que estudiar otra solución, una planificación de la movilidad y de la accesibilidad. Tenemos que mejorar el transporte público, que reduce los efectos del cambio climático y las emisiones de carbono.

P. ¿Qué se puede hacer con  las megalópolis?

R. He estado en Nueva Delhi y conozco los problemas de estas ciudades. Nos guste o no, seguirán creciendo, no se puede poner una barrera, pero paralelamente hay que ir hacia una política de urbanización que incluya los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible [de la ONU] y los compromisos de la nueva agenda urbana. Por eso digo que la planificación genera desarrollo, pero el desarrollo no genera planificación. Se trata de contar con políticas urbanas de desarrollo inclusivo y holístico. Y dar servicios a las áreas que ya existen: electricidad, carreteras, higiene. Hay que abordar la expansión y a la vez prevenir la aparición del fenómeno.

P. ¿Se pueden recuperar las urbes posindustriales que han sido abandonadas?

R. La renovación y regeneración urbana hasta cierto punto pueden, no digo solucionar, pero sí reducir el problema. En Malasia se han acondicionado edificios vacíos para los sin hogar. Así se soluciona el problema del deterioro urbano y a la vez se le da una vivienda a la gente. Si se hace de manera adecuada se les puede devolver la vida. Y si se incorporan universidades, colegios, hospitales o centros de salud se multiplican los efectos.

P. ¿Cuáles son los principales errores que hemos cometido y los que seguiremos cometiendo?

R. A veces repetimos el error de desarrollar antes de planificar. Muchas urbes compiten por los resultados sin pensar realmente en el impacto. Las ciudades son muy complejas y debemos saber si queremos una población para funcionarios, ciudadanos… Otro error común es creer que las cosas son irreversibles.

P. ¿Cuál es su ciudad favorita?

R. Por supuesto mi ciudad, Penang.

 

 


Laura Delle Femmine / El País

Página Web - 2018/07/23

Fuente: https://elpais.com/


Los nacidos después de 1982 se inclinan más por ciudades que superan los 250.000 habitantes.

 

Los millennials de Estados Unidos, más que ninguna otra generación previa, sienten que las ciudades son su entorno favorito. Así se desprende de un estudio realizado entre Rutgers University y Baruch College (EE. UU.)

Los investigadores Adam Okulicz-Kozaryn y Rubia Valente analizaron toneladas de información de la General Social Survey, entidad que en el país del norte podría equipararse a los programas ‘Cómo vamos’ de Colombia, pues en ambos casos usan encuestas de alto impacto para medir la calidad de vida de los ciudadanos. Fue así como recolectaron datos desde 1883 y compararon las distintas generaciones: Generación Perdida (1883-1924), Generación del Silencio (1925-1942), Generación del Baby Boom (1943-1960), Generación X (1961-1981) y los Millennials (1982-2004).

En particular, los académicos observaron la relación frente al lugar de residencia y su incidencia en la felicidad. Establecieron una escala de tres niveles: no muy feliz, feliz, y muy feliz. Se evidenció que los millennials son la única población que dice sentirse muy feliz en ciudades con más de 250.000 pobladores.

Según los investigadores, esa respuesta es coherente con el movimiento de regreso a las ciudades, que se ha visto en el país del norte al menos desde el 2010 y que plantea que la típica vivienda del sueño americano, ubicada en una zona campestre en las afueras de las zonas urbanas, ya no aparece en las prioridades de quienes llegaron al mundo después del año 1982. Eso sí, aunque aún es mayor el número de ciudadanos no millennials, quienes sí se sienten muy satisfechos con vivir en poblados de 250.000 habitantes o menos, la cantidad de personas que están complacidas viviendo en las urbes va en ascenso.

En contraste, los analistas observaron que los más ancianos, encuestados en poblados entre 8.000 y 618.000 habitantes, demostraron menos felicidad en la medida en que vivían en urbes de mayor tamaño. Esto completa la relación: a menor edad, mayor preferencia por las grandes zonas metropolitanas; y a mayor edad, menor preferencia por las grandes urbes. De hecho, los millennials en lugares con menos de 8.000 habitantes se muestran en el nivel de no muy felices. Es una característica que se define más por las edades que por el género o la raza de los encuestados.

Poco rurales

Pero el tamaño de los lugares no es la única característica que les importa. El tipo de espacios también es relevante para ellos, de tal forma que al comparar ubicaciones rurales y de tamaños similares con otras urbanas de igual tamaño, los de la generación nacida posterior a 1982 siempre se inclinaron por el cemento y las calles más que por el verde y los caminos de tierra.

Richard Florida, analista del portal especializado citylab.com, aventura una explicación amplia de las razones por las cuales las zonas metropolitanas se hacen tan atractivas para estas personas: “Hoy, por supuesto, las ciudades son más seguras, ofrecen más y mejores oportunidades económicas. Además, favorecen las posibilidades de hacer más amigos o encontrar colegas y gente con la cual compartir vivienda y gastos. Así, las urbes tienen un amplio rango de sitios para hallar entretenimiento y soluciones a lo cotidiano, en tanto hay oferta de información y de saber ‘como se hacen las cosas’ ”.

Viene al caso recordar que los millennials son una generación marcada por el amor a la tecnología y a la información, por una vida en la que internet ha sido una constante para la mayoría de ellos. En el caso colombiano, el 15 por ciento de este colectivo posee tres dispositivos: una tableta, un celular y un computador. A la vez que el 90 por ciento cuenta con alguno de los tres equipos mencionados.

Lo anterior se confirma al observar que sus grandes armas de comunicación son las redes sociales y las plataformas de mensajería: nueve de cada diez usan una red social (como Facebook o Twitter) y ocho de cada diez emplean WhatsApp o Telegram para entablar diálogo con amigos, colegas y familiares.

Lo contrastante del estudio, agrega Florida, es que en los últimos años una porción de esos millennials ha tenido que mudarse a vivir con sus parientes a los suburbios (zonas campestres), ante los altos costos de vivir en los grandes centros urbanos. “Sin embargo, es claro que son mucho más felices en lugares congestionados que las generaciones anteriores. Ellos siguen siendo una generación urbana”, finalizó.

 

 


Felipe Motoa Franco / El Tiempo

Página Web - 2018/07/12

Fuente: http://www.eltiempo.com/


En la vida de una ciudad se presentan oportunidades para el desarrollo, para mejorar, para preservar, para cuidar, para que la ciudad sea más eficiente, más justa, más hermosa.

Un evento de magnitud que se lleve a cabo en la ciudad puede ser una oportunidad. El evento es finito, tiene comienzo y fin, por ejemplo las ciudades donde se llevan a cabo competencias deportivas de alto nivel y de amplia asistencia de público, como el Campeonato Mundial de Fútbol –para utilizar un ejemplo de actualidad–, suelen requerir obras de infraestructura, un aumento en transporte, alojamiento y otros servicios asociados a la atención del público, y si las inversiones son realizadas en forma adecuada pueden ser un aporte perdurable a la ciudad que aloja el evento, una ganancia.

Por ejemplo, si se realiza una inversión para mejorar el transporte público superficial, con miras a responder a la mayor demanda durante el desarrollo del campeonato –lo cual suele suceder en la mayoría de las ciudades sede este año en Rusia– este servicio mejorado para un evento temporal, será un aporte permanente a la eficiencia del transporte público de la ciudad.

Un proyecto de magnitud que se realice en la ciudad puede ser una oportunidad. Un nuevo desarrollo industrial, o la ampliación de uno existente, nuevos equipamientos de diversa índole, pueden involucrar mejoras urbanas sustantivas si se aprovechan las oportunidades. La construcción de un sistema de transporte público masivo –como un sistema de trenes subterráneos– implica la intervención en distintas áreas urbanas. La línea 1 del Metro de Caracas es un buen ejemplo, hubo aportes a la ciudad, a distinto nivel, en el área de influencia de cada una de las estaciones. Un desastre –no es una opción que se desea tener que evaluar, pero existe– puede ser una oportunidad. Los procesos de reconstrucción posteriores a un desastre –por causas naturales o humanas– pueden ser transformados en oportunidades para alcanzar áreas urbanas con niveles de calidad o eficiencia superiores a los que se tenían antes del desastre.

En los variados casos posteriores a una catástrofe –por ejemplo una guerra o un terremoto– una vez atendida la primera respuesta a la emergencia, la reconstrucción se desarrolla no sólo a nivel de infraestructura, equipamiento y servicios, sino a nivel de la dinámica social, cultural y económica. La recuperación de la región centro-sur de Chile después del terremoto del 2010, ha sido reconocida como una de las más eficaces. Estas y muchas otras pueden ser oportunidades para reestructurar y desarrollar infraestructura, servicios, espacios públicos, nuevos equipamientos que estén asociados o no al sistema que se construye, pero que pueden insertarse en un plan general de mejoramiento asociado al área principal intervenida y sectores aledaños. Porque tiene que existir un plan, bien definido y concertado para que esas intervenciones resulten en mejoras significativas y perdurables en la ciudad. Reconocer las oportunidades, aprovecharlas en el mejor sentido, capitalizar para la ciudad, lo cual es capitalizar para mejor calidad de vida… para todos.

 

 


María Eugenia Clavier (Universidad Metropolitana Coordinación Diseño Urbano) / El Universal

Página Web - 2018/06/30

Fuente: http://www.eluniversal.com/