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ENTORNO URBANO: Reconciliación ciudadana versus la violencia urbana

 

Este contexto nos permite sustentar un espectro de realidad venezolana entre la ciudad formal y la ciudad informal

 

Violencia urbana y Ciudad pareciera una dimensión posible de contextualizar al momento de sustentar un discurso que busca relacionar a esta, con la desigualdad y el empobrecimiento; razón por la cual el trabajo publicado por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal A.C. (CCSPJP), identifica como ciudades violentas a Caracas, Guayana y Ciudad Bolívar dentro del ranking 3, 7 y 10 respectivamente.

 

Mientras que en el informe presentado a fínales del año pasado, el Observatorio Venezolano de Violencia, concluye con una premisa de reducción de muertes violentas en relación con el año 2017, a pesar de registrar cifras lamentables de 23.047 fallecidos en todo el territorio nacional; además de destacar una generalización de la violencia urbana, considerada como un fenómeno propio de las grandes ciudades, y que hoy, y desde ya hace unos años, ha trascendido hacia las ciudades medianas y poblaciones rurales.

 

Esta realidad dimensiona una desigualdad social que caracteriza una ciudad informal, capaz de dejar instaurada una violencia urbana física solo por el hecho de estar escasamente dotada de una estructura funcional, con precarias infraestructuras y pobres o inexistentes equipamientos, producto de intervenciones insuficientes por parte del Estado, de limitadas iniciativas no estadales, además de la histórica iniciativa por parte de los propios habitantes que en definitiva y hoy día, se han convertido en hacedores de ciudad, constructores de vivienda y espacios de infraestructura.

 

Este contexto nos permite sustentar un espectro de realidad venezolana entre la ciudad formal y la ciudad informal, sobre la base de una existencia de desigualdad social, capaz de identificar modos de violencia urbana al presentarse una inequidad a simple vista mediante la desidia en el mantenimiento de la infraestructura de servicios, dotación y actualización de los equipamientos urbanos.

 

Pareciera estar suficientemente claro que la desigualdad se genera, por la combinación de políticas de vivienda; consolidación de las viviendas en zonas de barrios; intervenciones puntuales; proyectos vitrina; y recuperación de espacios públicos, sin la comprensión total de lo que se necesita en la comunidad y no lo que el proyectista, el alcalde o un programa de un plan puntual decida; éstas, son las formas de intervención en barrios que se acomodan a una realidad cortoplacista, sin sustento en el tiempo.

 

Todo esto hace necesario, una búsqueda exhaustiva y sincera para una reconciliación ciudadana, entre el ente público y los hacedores de ciudades, para sumar voluntades y desarrollar un proyecto común con repercusión en el medio ambiente construido; con deberes, derechos y obligaciones; con recursos delegados por el Estado, y con organizaciones no gubernamentales para el fortalecimiento comunitario capaz de construir una regeneración del tejido social y físico. De empezar a considerarse las premisas descritas, se convertiría en el principio para la consolidación de una sola ciudad, homogénea no diferenciada entre lo formal e informal.

 

Pensar en lograr que lo expuesto supone intervenciones profundas en la estructura funcional de los asentamientos informales, liberada de toda contaminación ingenua posible, es decir, entender que la violencia urbana no se acaba al embellecer un espacio público o establecer un programa para fomentar el deporte o equipamientos asistenciales puntuales y en cualquier espacio donde la intrincada trama del barrio lo permita. Supone una comprensión profunda capaz de urbanizar y transformar una vida cotidiana de violencia propia de las necesidades sociales y urbanas.

 

 


Arq. Carmen Ofelia Machado Colmenares / El Universal

Página Web - 2020/10/03

Fuente: http://www.eluniversal.com/