Pareciera contradictorio que una crisis propicie el mejoramiento a mediano plazo del desarrollo urbano y calidad de vida
Recientemente, en programa de radio RCR’750AM de audiencia infantil, su productor comentaba el potencial agrícola de Groenlandia (Greenland) debido al deshielo que está ocurriendo en ese vasto territorio, hasta ahora improductivo bajo temperaturas árticas, convirtiéndose a mediano sobre plazo en una especie de pampa fértil del hemisferio norte.
Quizás el mundo “Gaia”, a causa del Calentamiento Global, esté preparándose para la desertificación de zonas tropicales (entre ellas, nuestras zonas amazónicas y llanos venezolanos). Los niños tienen mayor capacidad de imaginación de los tiempos requeridos para producir estos cambios en la naturaleza; nuestra visión adulta y conservadora nos impide hacer un salto gigante (Giant Leap) en el tiempo para reconocer estos fenómenos; requiriéndose una visión de futuro lo suficientemente amplia para vislumbrar cambios globales como retos positivos, similares a los que tuvo nuestra incipiente especie durante la última glaciación, hace 110.000 años.
Nuestra resiliencia, espíritu de supervivencia y avances tecnológicos nos han traído hasta el presente, que nos exige nuevos paradigmas y duros aprendizajes de la crisis actual: Pandemia y Cambio Climático. Ambas, oportunidades para reorientar futuras metas globales ligadas al progreso, bienestar y sustentabilidad.
Gracias al Internet y al inédito comportamiento de distanciamiento físico logrado en áreas inimaginables: Teletrabajo, Conferencias, Educación, Museos, Conciertos, Foros, investigación, etc., surge un mundo virtual paralelo al real, afectando permanentemente nuestro modo de vida, obligándonos a reimaginar ciudades que ofrezcan las ventajas de la centralidad, servicios, cultura, etc., y a su vez, fomenten el potencial benéfico de la naturaleza.
Esto nos retrotrae a Groenlandia y a su capacidad futura de alimentar a un nuevo continente ártico en la era del poscalentamiento global.
En el interior de Venezuela y su territorio contamos con un potencial de aprovechamiento en ganadería, agricultura y cultivos tradicionales, que en su época significaron las principalales exportaciones y sustento de nuestro país. La producción de combustibles fósiles, progresivamente reemplazada por otras formas de energía renovables, conllevará a un desarrollo descentralizado y productividad diversificada; a una redistribución progresiva de la población y desconcentración de las ciudades hacia ciudades intermedias y pueblos que permitan mayor cercanía a centros de producción.
La infraestructura urbana y vial preexistente del país, permite su reocupación sin tener que refundarse. Ya no serán posibles grandes inversiones en obras públicas de infraestructura, comunes en los años de la “Gran Venezuela”; si deberán concluirse redes de distribución, comunicaciones y sobretodo del Internet, imprescindible, en una nueva era que nos permita vivir y trabajar remotamente, gozando de la calidad de vida propia de centros urbanos, en nuevos espacios vitales.
Una oportunidad de oro para las comunidades de menores recursos actualmente hacinadas en las periferias urbanas, incentivándolas a la regionalización en el campo venezolano, con trabajo digno, calidad de vida y progreso social.
MIGUEL CARPIO / El Universal
Página Web - 2020/11/28
Fuente: http://www.eluniversal.com/