"La ciudad no se detiene, la vida de sus habitantes no se detiene, pero cambia de forma, a veces incluso de rumbo", afirma María Eugenia Clavier en su artículo de opinión
Ante la situación de restricción de movilidad y reunión relacionadas con la pandemia de Covid-19, la ciudad no se detiene, la vida de sus habitantes no se detiene, pero cambia de forma, a veces incluso de rumbo. Hay quien hace, quien busca y consigue.
Para mantener su actividad, la solución que se ha presentado para una parte del sector educativo y laboral ha sido la educación y el trabajo a distancia.
Esto puede hacerse de distintas formas, siendo una de las más eficientes el uso de la comunicación a través de Internet. En teoría, porque a pesar de las grandes posibilidades de la Red Informática Mundial -World Wide Web (www)- existen limitaciones para su uso. Requiere contar con el equipo adecuado, con el servicio a través de alguna operadora, con el conocimiento de cómo manejar las distintas aplicaciones, con suficiente ancho de banda, con la necesaria velocidad y estabilidad en la conexión. Esto último completamente fuera del control del usuario.
No todos los que enseñan o estudian cuentan con conexión a Internet, ni todos los que trabajan tampoco. Por lo tanto, no todas las respuestas descansan en eso.
Existen programas de educación a distancia a través de radio -Fe y Alegría tiene amplia y exitosa experiencia- y televisión -lo disponible en este momento es de dudosa calidad- pero salir con clases al aire, requiere de preparación y acceso a los medios de comunicación. No ha habido mucho cambio de lo que existía antes de esta pandemia.
Hay personas que hacen un esfuerzo, a veces muy grande, otros se amparan en las dificultades para excusar su ausencia de productividad. La gente hace la diferencia, la ciudad presencia iniciativas, soluciones, compromiso.
Hay maestros que recorren sectores, por distintos medios, recogiendo las tareas de sus alumnos y entregando asignaciones, o buscando dónde haya la preciada conexión a Internet. Hay empleados que se movilizan hasta la oficina, intercambian material y vuelven a casa a trabajarlo. Hay quienes usan mensajería de texto. Hay padres que brindan apoyo -a veces superando muchos inconvenientes- para que sus hijos puedan recibir, realizar y entregar sus tareas. Los que cuentan con la conexión a Internet enfrentaron el reto de dictar y tomar cursos a distancia, muchos por primera vez… el éxito ha sido relativo para unos, contundente para otros.
En áreas como el sector salud y comercio se prestan servicios en forma remota; hay médicos respondiendo preguntas por teléfono, psicoterapeutas haciendo consultas en línea, negocios vendiendo a través de sus páginas web o vía telefónica y ofreciendo entregas a domicilio.
Hay esfuerzos corporativos, organizaciones que brindan a sus empleados apoyo técnico o financiero para cumplir con su trabajo en forma remota, o protección a su salud cuando tienen que visitar las instalaciones… otros sólo exigen.
Hay miles de esfuerzos personales.
Pedro vive en El Valle, es mensajero motorizado y en este momento la mayoría de sus clientes no requieren de sus servicios, pero consiguió unirse al contingente de quienes hacen entregas a domicilio… estos días su trabajo es el “delivery” de un bodegón, asegurando que cumple con todas las normas de protección.
Yajaira vive en Sabana Grande, trabajaba en una pequeña tintorería que no abrió más después del cierre de marzo de este año. Ella duda que puedan volver a abrir, es posible que sea uno de los muchos negocios que no puedan superar la pérdida de la cuarentena. Yajaira hornea pan y galletas en casa, por encargo, ella y su hija mayor hacen las entregas, van a pie o en transporte público. El pan se vende muy bien, sobre todo en su edificio y en los más cercanos, porque lo entregan todavía caliente.
Todos vivimos el problema, hay quienes escogen ser parte de una solución individual o colectiva.
Universidad Metropolitana*
María Eugenia Clavier* / El Universal
Página Web - 2020/07/25
Fuente: http://www.eluniversal.com/