Vivamos donde vivamos, somos responsables de parte de la comunicación que circula en nuestro entorno
Los entornos urbanos son escenario natural para la comunicación, en ellos los mensajes fluyen en todas direcciones. Desde las conversaciones cara a cara hasta las transmisiones por medios radioeléctricos y digitales, toda comunicación tiene un emisor y un receptor, que utilizan un medio para compartir un mensaje y están inmersos en un entorno.
Cualquier individuo u organización puede generar un mensaje, el emisor decide qué dice, cómo lo dice, cuándo lo dice y a través de qué medio. El entorno -físico, socioeconómico, cultural y político- en el cual se desenvuelve el emisor condiciona sus posibilidades, al facilitar o limitar su acceso a una audiencia potencial, la disponibilidad de medios de transmisión y la libertad de expresar un contenido. Un emisor situado en una región aislada -física, cultural o políticamente- tiene menos opciones para divulgar su mensaje que un emisor en un entorno urbano con audiencia al alcance de la mano y diversidad de medios de transmisión. La situación socioeconómica y cultural del emisor y su entorno condicionan los medios a través de los que puede o elige expresarse, la disponibilidad de la tecnología, por ejemplo. Igualmente, el entorno del receptor condiciona su acceso a la información.
La tecnología ha ido salvando distancias entre emisores y receptores, pero también crea desigualdad entre grupos, un ejemplo es la llamada brecha digital, la distancia tecnológica, -virtual pero cada día más palpable- entre los que tienen acceso a las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) y a Internet, y los que no lo tienen. Según la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) más del 57% de los hogares tiene acceso a Internet. Sin embargo, eso significa que hay al menos un 42% que no lo tiene, y en términos de número de hogares a nivel mundial eso es mucha gente. La desproporción entre países es muy grande y entre áreas urbanas y rurales aún mayor.
Los entornos urbanos, por lo tanto, son las áreas en que se genera y comparte más información. Pero los que se comunican en ellas tienen que entender que su verdadero alcance es limitado, y que “todo el mundo” es más una expresión que una realidad, sobre todo cuando se utiliza con “lo sabe”, o “lo comenta” … o cualquier generalización parecida. Reconozcámoslo.
Lo que se comunica es algo tan variado como los emisores y receptores, la validez del contenido de la comunicación depende de la veracidad de la fuente, la responsabilidad del emisor y la capacidad del receptor de verificar el mensaje recibido.
Hay receptores pasivos y activos. El receptor pasivo acepta el mensaje sin preguntarse de dónde o de quién viene, sin considerar la veracidad del mismo. Los receptores no pueden controlar los mensajes, pero si pueden decidir comportarse como receptores activos, considerar la fuente, el contenido y realizar la validación que le sea posible. Con frecuencia, el sentido común es el mejor primer paso. Utilicémoslo.
Un receptor en aislamiento -real o figurativo- tiene menos oportunidades de validar la información recibida, por eso el intercambio es beneficioso, tanto por la obvia posibilidad de compartir el mensaje, como por la valiosa oportunidad de contrastar esa información con otras fuentes, otras opiniones. Los entornos urbanos ofrecen distintas opciones y oportunidades para el intercambio y, por ende, para la validación de los mensajes. Aprovechémoslo.
Vivamos donde vivamos, somos responsables de parte de la comunicación que circula en nuestro entorno. Asumámoslo. Siempre tenemos la opción de verificar fuentes y mensajes, antes de creerlos, antes de repetirlos, antes de actuar en función de ellos.
MARÍA EUGENIA CLAVIER / El Universal
Página Web - 2021/05/29
Fuente: http://www.eluniversal.com/