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En las edificaciones locales lo que se construye es el caos (VENEZUELA)

El crecimiento de la zona norte del estado Anzoátegui ha estado caracterizado por la falta de planificación urbana. Según profesionales del área, ha privado la rentabilización

En las zonas más altas de Puerto La Cruz casi todo el mundo hace de albañil constructor. Levantar una casa para la familia es cosa que se hace de propia mano y con lo aprendido, quizá, por el ejemplo de otros.   

No median estudios de terreno ni de resistencia de los materiales. Las pendientes se dominan apelando a una “ingeniería” entendida de manera empírica y la factibilidad de servicios muchas veces se ignora. A pesar de todo ello, y gracias –quizá- al cuidado de algún ente divino, la fuerza de la naturaleza no ha echado abajo los barrios que decoran los cerros porteños hasta la cima.   

Pero abajo, en zonas más planas y aparentemente más seguras,tampoco son pocos los que ignoran las ordenanzas que cada municipalidad impone para regular el crecimiento de las ciudades y para que ese crecimiento ocurra de manera armónica, sólida, productiva y rentable.   

Hernán Canela, docente del Departamento de Arquitectura de la Universidad de Oriente (UDO), cree que hay gran desconocimiento de las normativas asociadas a la construcción.

“Lo que sucede es que aquí no hay una cultura de planificación. Pareciera que no importa saltarse las variables urbanas y los conceptos más elementales de lo racional. No hay una cultura de planeamiento urbano,  sino un pensamiento de ‘yo construyo y mientras más construyo más terreno necesito’ y listo. En favor de la economía y de la modernidad mal entendida hemos visto cómo el crecimiento urbano se da sin esquemas organizados y planificados”.

Para Eddy Núñez, también arquitecto, lo que ocurre en la zona se resume como anarquía.

“Hay muy poca supervisión de las obras, tanto públicas como privadas. Sé que cada proyecto debe llevarse a las municipalidades para ser aprobado dependiendo de que cumpla con la factibilidad (que incluye suministro de servicio e impacto sobre el entorno, especialmente impacto vial) y con la zonificación. Aún así, no son tantos los permisos que se niegan. Sin embargo, el mayor problema de las ciudades en este ámbito no es ni remotamente la libertad de acción de algunas constructoras, sino el crecimiento desmesurado de los barrios hacia zonas de alta peligrosidad, generando cinturones de marginalidad que condicionan una actitud de vida que afecta a todos los ciudadanos”.

Las invasiones son un tema que preocupa sobremanera al urbanista, quien cree que estas responden al descuido de las autoridades.

“Puerto La Cruz, por ejemplo, geográficamente tiene un potencial excepcional con su mar y sus cerros. Vidoño era el pulmón de toda esta área y se ha perdido por haber permitido su ocupación. Lo peor está por venir, cuando todos los cerros se conviertan en barriadas. Barcelona ya es 51% invasiones a pesar de que existen proyectos que indican hacia dónde pueden expandirse las ciudades cuidando de conservar las áreas verdes, la correcta distribución de edificios públicos y la red de servicios, pero todo ello se cae cuando permites que se densifiquen sectores que no cumplen con estas características”.   

¿Qué hay que saber?

Justamente la densificación es un factor vital en el tema de la construcción. Para regularlo, el urbanismo ideó las zonificaciones, una clasificación de los espacios mediante la cual se conoce la utilidad que puede dársele a cada uno de ellos y el número de personas que se estima por metro cuadrado.   

Canela detalla que cada sector posee una clasificación que va de la nomenclatura R1 a la R12, pasando por usos unifamiliares o multifamiliares (que pueden estar en parcelas aisladas, pareadas o continuas), uso comercial e industrial.   

La conurbación (Barcelona, Puerto La Cruz, Lechería y Guanta) está dividida en  zonas de acuerdo a estos valores en interés de cómo se quiere que crezca la ciudad, algo que queda establecido en los Planes de Desarrollo Urbano Local (Pdul). Sin embargo, muchísimas veces esto se ignora y se cambia la zonificación de una calle o de un sector entero en favor de la rentabilización de los terrenos.

“Ahí empieza el colapso del suministro eléctrico, de los drenajes, de la recolección de basura y casi siempre de la vialidad. La calle Arismendi de Lechería es un ejemplo concreto de un cambio radical de zonificación;  aunque es uno que resulta estético y armónico no es lo ideal. Se densificó de tal manera el área que modificó la calidad del tráfico”.

Otra historia empieza cuando los comercios se introducen en sectores no planificados para ello, no solo varía el nivel de consumo de servicios (cuya aprobación depende de las empresas que los prestan, como Corpoelec o Hidrocaribe) sino además  el uso de las vías con mucho mayor impacto, ya que suele utilizarse el canal de servicio para estacionar, ignorando los corredores viales.

Todo ello corre por cuenta de las autoridades, desde aprobar los nuevos proyectos hasta vigilar que el proceso de construcción cumpla con las regulaciones de seguridad, pero en vista de los resultados pareciera que el bienestar comunitario no es la meta a seguir.

En muchos sectores una edificación compite con la otra en altura, estilo y cercanía (saltando las distancias de retiro permitidas), pero también durante el levantamiento la seguridad tampoco juega a favor de los vecinos.

“Hay una pugna entre lo permitido y lo rentable. Ahí entra en juego la vocación del municipio, que rara vez va orientada hacia el beneficio de la comunidad sobre la economía”, explica Canela.   

Espacios para la gente

La densificación descontrolada trae consigo uno de los problemas que más perturba a Núñez, Canela y a la también arquitecto Flor Pereira: la falta de lugares destinados al esparcimiento y a la socialización. Mejorar la experiencia vital de los ciudadanos ofreciendo calidad de vida requiere espacios públicos seguros en los cuales puedan hacer comunidad, detalla Núñez.

Incluso,  la Organización Mundial de la Salud (OMS) establece el número de metros cuadrados de este tipo por habitante, que deben ser al menos 10.

Pero en la zona metropolitana no llegan a 2, sumando plazas y lugares como el Paseo Colón. Núñez advierte que espacio público no es lo mismo que espacio público seguro y recuerda que ciudades como Nueva York han priorizado este tema para brindar a sus ciudadanos 20 metros cuadrados de áreas de disfrute. Curitiva, en Brasil, lo ha llevado aún más allá ofreciendo 50 m2.

Cuenta que existen varios proyectos destinados a convertir terrenos de la zona en parques, como todo el lindero del río Neverí, pero ninguno ha tenido éxito.

Núñez explica que la importancia de estos lugares radica en la posibilidad de hacer capital social, de que la gente sea capaz de hacer comunidad y, en definitiva, de conseguir la calidad de vida que solo puede garantizar una urbe que se construye pensando en el futuro.

Normativa


El desarrollo de las ciudades pasa por distintos niveles de planificación que van de los entornos previstos de manera macro a lo más local, como son los municipios. Según explica Pereira, para ello fueron creados los Planes de Desarrollo Urbano Local (Pdul) pero a las cuatro ciudades que componen el área metropolitana del estado Anzoátegui (Barcelona, Puerto La Cruz, Guanta y Lechería) las une el Plan de Ordenación Urbanística (POU) existente para la conurbación desde 1995. El ese documento  incluye lo siguiente en materia de construcción:  

Definición estratégica del desarrollo urbano en términos de población, base económica, extensión del área urbana y control del medio ambiente.   

Definición de las posibles áreas de extensión de las ciudades.   

Definición del uso del suelo y sus intensidades.   

Determinación de los aspectos ambientales, como la definición del sistema de zonas verdes, espacios libres de protección y conservación ambiental y definición de los parámetros de calidad ambiental.   

Sistema de vialidad urbana primaria.   

Red de abastecimiento de agua potable y cloacas.   

Sistema de drenaje primario.   

Señalamiento de áreas destinadas para servicios públicos y zonas de alta peligrosidad.

Seguridad

Cuando ya se han conseguido los permisos y el proyecto está en marcha, existe una normativa que protege tanto a obreros como a peatones y vehículos; especialmente si la obra se encuentra en el lindero de una vía principal.

Arneses, cascos, botas, guantes y andamios adecuados deberían estar a disposición de los trabajadores, aunque pocas veces se ven así ataviados. La acera debe estar señalizada y protegida para evitar que algún desprendimiento de escombros golpee a los transeúntes.

La carga y descarga de materiales está normada en un horario específico (que varía en cada municipio), al igual que la llegada de maquinaria pesada como mezcladoras de cemento.   

Invadir es negocio

Está a la vista la velocidad con la que es capaz de crecer una comunidad nueva en un terreno que empieza a ocuparse. Núñez explica el procedimiento tras los resultados.

“Hay un negocio tremendo con las invasiones. Hay una mafia de ‘constructores’ que se dedican a tomar un espacio, levantar un rancho precario y venderlo, haciendo una y otra vez el mismo procedimiento. Pero cuando tienes un gobierno que,  por un lado, promueve la invasión y, por otro, pretende restringirla, hay poco que hacer. Una vez que esa ranchería se establece como un sector no hay quién vaya a demolerlo y así se han perdido espacios destinados a arterias viales, a plantas de transferencia de basura, etc”.

A futuro…

Para las estudiantes de Arquitectura,  Victoria Frisoli y Stefanía Vargas, falta mucho para poder decir que la estética arquitectónica de la conurbación cumple con algún parámetro.

Los cascos históricos exhiben el daño de años de descuido y el resto de los territorios desarrollan un crecimiento heterogéneo. A juicio de ambas hay muchos pasos que dar hacia la modernidad, pensando en edificaciones más abiertas al entorno, en las que se aprovechen las variables ambientales que ofrece el trópico.

Este  punto  favorece consumos energéticos más bajos valiéndose de la brisa marina y de la incidencia del sol para iluminar y ventilar los espacios.

Esas mismas características geográficas y del clima permiten pensar en edificaciones autosustentables gracias a la implementación de tecnologías amigables con el medio ambiente que resultan rentables a largo plazo.

Núñez cree, que a pesar de que hoy en día pareciera que no se persigue el bienestar de la gente que habita las ciudades y la creación de obras perdurables, es posible implementar los cambios que requiere la conurbación si al construir se toman en cuenta los proyectos sugeridos por varios grupos de profesionales locales.

Ordenanzas ignoradas


Freddy López, quien tiene a su cargo la presidencia del Colegio de Ingenieros del estado Anzoátegui, pone el alerta sobre la falta de regulación de las construcciones por parte de las autoridades.

“No hay control de las obras ni de la calidad de las obras. Antes se hacía el visado de proyectos en el que los profesionales que estaban involucrados en las construcciones quedaban a la orden de la municipalidad… Ya eso, aunque es ley, no es la norma. El ingeniero residente de cada construcción debe estar anunciado. Antes, incluso salía su nombre en las vallas que explicaban quién invertía en el proyecto, pero ya no ocurre ni con las obras privadas.

Luego vienen esos informes de estructuras que dos o tres años después presentan fallas y no hay un profesional que dé la cara”. Otro de los factores que López asocia a esta falta de control de la normativa de construcción es que muchos condominios, tras ser entregados, no cuentan con los planos de servicios de la edificación.

“Muchas veces el ingeniero residente no deja al (o los) propietario el plano de aguas negras, de aguas blancas o de electricidad. Eso dificulta cualquier trabajo de modificación del edificio y hasta de reparación de algún fallo de suministro”.

Para Eddy Núñez lo que falta es voluntad gubernamental para hacer cumplir las leyes y poner en marcha los proyectos necesarios para recuperar la conurbación.

Flor Pereira cree que ese llamado va dirigido, sobre todo, a las direcciones de urbanismo municipales, las cuales son garantes y vigilantes de los procesos de construcción, trabajando en consonancia con el Colegio de Ingenieros.


 


VIVIANA MELLA SANDES / El Tiempo
Página Web – 2015/07/20
Fuente: http://eltiempo.com.ve