El terreno cedió en el sector Caraballo y más de 30 casas colapsaron
Ángel Alfonso Ospino lleva dos días sentado en un sofá en la calle. El anciano tiene discapacidad visual y no quiere trasladarse a la cancha del sector, que desde el martes en la noche se habilitó como refugio para cien personas que quedaron damnificadas en el sector Caraballo, en la parroquia Altagracia.
Ayer pasó todo el día durmiendo en el mueble. Dice que la cancha le da miedo. Su hijo lo tuvo que regañar para que aceptara dormir allí en una de las carpas habilitadas. En cada una caben diez personas y cada familia lleva sus colchonetas y se encarga de su comida.
Carla Ramírez venía escuchando ruidos extraños desde hace varios días. "Estábamos asustados porque oíamos la tierra crujir. Protección Civil nos había alertado del riesgo y por eso comenzamos a recoger algunos enseres, pero no creíamos que los estragos serían tantos". Hasta que el martes, a las 8:30 de la noche, un ruido ensordecedor y una nube de humo los sacó violentamente de las casas: el terreno cedió y varias viviendas se desplomaron. Otras se fracturaron dejando grietas enormes en las paredes, desniveles en el suelo y acabando con la rutina de una comunidad que tenía más de quince años en la zona.
"Las autoridades han venido a mirar pero no han dicho nada. Se rumora que no hay refugio disponible", dice una mujer que no se identifica por temor a represalias y que custodia sus artefactos eléctricos en la calle. "Logré que una señora me hiciera el favor de guardarme la nevera, la lavadora y la cocina".
La zona es inhabitable. En uno de los callejones amarraron la cinta amarilla que impide el paso y hay escalones, que al pisarlos, amenazan con desprenderse. "Rezamos para que no llueva y así poder terminar de sacar nuestras cosas", cuenta Pablo Martínez, con más de 20 años en el sector.
Varios factores contribuyeron al colapso. En abril de 2016 un aguacero fracturó varias viviendas y obligó al Gobierno del Distrito Capital a evacuar a 36 familias. Esta fue la primera señal de alerta. Desde entonces, las autoridades se comprometieron a realizar inspecciones regularmente pero no lo hicieron.
"Hubo movimientos de tierra para instalar unas tuberías de gas pero el servicio nunca lo recibimos", cuenta Ramírez, mientras su familia traslada sus enseres a la casa de un amigo. "No sabemos a dónde nos van a llevar y en los refugios no hay garantía de que nuestras cosas van a estar seguras".
Tuberías rotas y filtraciones también contribuyeron a la inestabilidad de la zona, que se vio afectada por el sismo de 4,5 grados de magnitud que se produjo el pasado 30 de agosto.
A Luz Reyes le faltan dos semanas para dar a luz y la dulce espera se le transformó en incertidumbre. "Los vecinos nos están haciendo el favor de guardarnos algunas cosas y las estamos trasladando en carretillas. No nos han dicho para dónde nos van a llevar. Desde el martes estamos a la deriva esperando una respuesta". Además de Luz, entre los damnificados hay otras tres mujeres embarazadas.
En la cancha del sector, que se habilitó como refugio temporal, los afectados evitaron dar declaraciones por temor a represalias. Los funcionarios de los bomberos y un representante del Gobierno de Distrito Capital que fueron consultados se abstuvieron de dar información alegando que no estaban autorizados.
DELIA MENESES / El Universal
Página Web - 2017/10/13
Fuente: http://www.eluniversal.com/