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Dormir bajo las grietas; temen un colapso (MÉXICO)

Decenas de habitantes de Iztapalapa viven con el miedo constante de que su casa se venga abajo; puertas descuadradas, fisuras en paredes, tuberías dañadas, suelos en declive y patios hundidos son la constante

Decenas de vecinos de Iztapalapa duermen bajo techos agrietados, luchan para entrar a sus hogares contra las puertas descuadradas y contabilizan las fisuras que carcomen las paredes debido al hundimiento del Valle de México, pero la mayor pelea es contra el miedo de sentir que su casa se venga abajo. La Oficina Territorial de la delegación ha ofrecido una supuesta ayuda para reubicar algunos y sacarlos del peligro, aunque con una condición: que se comprometan a pagar una mensualidad a treinta años por una nueva vivienda de 50 metros cuadrados.

Éste es el caso de Saúl Santiago Escartí, quien llegó desde que era un niño a vivir a la Tercera Sección de Ermita Zaragoza, hace tres décadas. Los daños en su casa son evidentes, el patio principal se ha hundido al menos tres metros; en su fachada hay una profunda grieta que terminó dividendo la pared completamente en dos; los cambios a las tuberías del drenaje son constantes, y las separaciones de las casas con algunos de sus vecinos superan más de metro y medio.

"Yo siento que en un temblor muy fuerte sí se pudiera, en algún momento, caer la casa. Yo veo que donde se unen los castillos está roto, y yo ya le he dicho a gente de Protección Civil que ha venido a inspeccionar la zona, que eso está muy mal, pero aseguran que mi casa sí aguanta; no sé si me contestaron así para taparle el ojo al macho”, explicó don Saúl.

Los únicos que le han ofrecido algún tipo de alternativa a su problema son los de la Oficina Territorial de Iztapalapa, sin embargo, ésta tampoco es una opción viable para él, ni para muchos otros habitantes de la zona con los que platicó Excélsior.

"La delegación (Iztapalapa) nos ofrece un departamento a cambio de nuestras casas, pero nosotros tenemos que seguir pagándolo por 30 años”, reclamó.

El trato que intentó hacer la delegación con los colonos es que el gobierno local aceptara sus casas a modo de enganche por la suma de 80 mil pesos, y que después los habitantes se quedaran pagando  mensualidades de dos mil pesos a treinta años por un nuevo departamento de 50 metros cuadrados.

Para don Saúl, 80 mil pesos ni siquiera se acerca a todo el dinero que ha invertido para que su propiedad le haga frente al hundimiento de la zona oriente, que siempre termina cobrando una nueva víctima en cualquier rincón de la casa: si no es el suelo inclinado, la cisterna resquebrajada, las paredes agrietadas o las bardas inclinadas.

"Una rotura de tubería no sólo supone dinero, significa que hay que regresar a reparar el drenaje, y hay que dejar a gente sin agua. También el deterioro prolongado de las propiedades pueden provocar que los muros lleguen a vencerse, y en casos muy extremos se caigan”, alertó el ingeniero civil, especialista en estructuras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Osiris Aguilar.

Por esa constante amenaza que enfrentan, algunos vecinos sí aceptaron negociar con la delegación y dejaron sus amplias casas por pequeños departamentos ubicados en mejores suelos en Tepito y Los Héroes Tecámac, pero fueron contados con una mano.

"No creo que ninguno de los de por aquí quieran pagar más dinero por un lugar más pequeño, además yo ya tengo mi casa liquidada, imagínate volver a comenzar con una deuda de 30 años a mi edad (41 años) y con tres hijos menores”, argumentó Saúl.

La mayoría de quienes rechazaron un convenio con la delegación han respondido a esta situación convirtiéndose ellos mismos en los albañiles de sus hogares o tratando de vender sus casas hasta por 300 mil pesos para recuperar un poco de lo mucho que ya han invertido.

"El costo de esto para los habitantes es un círculo vicioso sin final, porque cada año, conforme continúa el hundimiento anual en la zona, van a tener que volver a reparar las afectaciones de sus casa. También darle un tipo de solución a esto es difícil, porque no podemos predecir cómo estará el nivel de hundimiento en 20 años en este suelo, lo que sí sabemos es que va a seguir, pero no a qué nivel”, aseguró el ingeniero Aguilar.

Las casas habitación con mayores afectaciones debido al hundimiento regional del Valle de México fueron construidas entre los años 50 y 80, como la del señor Saúl Santiago.

Fue precisamente en esa época cuando se registró el crecimiento demográfico más explosivo de la capital del país, pues se pasó de 3.05 millones a 8.8 millones de habitantes en la Ciudad de México y el crecimiento alcanzó a los municipios del Estado de México.

"La inmensa mayoría de esos 5.8 millones de habitantes llegados a la Zona Metropolitana del Valle de México construyeron sus propias casas con albañiles improvisados, sin arquitectos o ingenieros que supervisaran las edificaciones”, explicaba hace unos meses a este diario Renato Berrón Ruiz, del Instituto para la Seguridad de las Construcciones.

La falta de supervisión en las construcciones y la escasez de recursos para hacer una cimentación profunda en un suelo resistente provocó que la mayoría construyera sus casas en la capa más débil de la tierra.

"Luego conforme comenzó a crecer la familia, decidieron echarle otro piso a su casa, y luego el tercero, lo que terminó por agravar la situación por el exceso de peso”, concluyó Aguilar.

Tal parece que diversos factores contribuyeron para que esta colonia se viera como recién azotada por una catástrofe natural, y lo único certero que hasta el momento han elegido hacer habitantes como don Saúl y su familia, que siguen bajo esta amenaza, es continuar rogando a diario a que no llegue ese momento en que su casa se venga abajo.




CLAUDIA SOLERA / Excélsior
Página Web - 2016/03/13
Fuente: http://www.excelsior.com.mx