Gavin McKenzie es uno de los beneficiarios de la amplia ola de urbanización que recorre Miami.
Este constructor y carpintero, y su firma, McKenzie Construction, han aprovechado esa ola durante 15 años, trabajado en proyectos residencial y comerciales importantes en zonas revitalizadas desde South Beach hasta Wynwood y el Miami Design District. En el camino, McKenzie y su firma, que tiene su sede en un almacén modernizado de 1938 en Allapattah, han adquirido la reputación de buenos diseñadores y artesanos.
Pero McKenzie, un miamense poco común de quinta generación, comparte las preocupaciones de muchos vecinos sobre la escala y la velocidad de la metamorfosis, que dijo ha borrado parte de lo que define a la ciudad, y sobre la llegada de muchas personas con pocas ataduras a la urbe, más allá de una inversión financiera.
“Eso ha cambiado la dinámica de la ciudad de muchas maneras”, dijo McKenzie. “Durante la época de mi abuelo y de mi padre, la mayoría de las personas que vivían aquí eran de aquí. Era lo normal. Siento mucha nostalgia de cuando Miami era una ciudad más pequeña. Lo que echo de menos es esa sensación de la ciudad, lo simple que eran las cosas, la capacidad de encontrar un poco de soledad, algo que ya no es una opción para muchas personas.
“Pero yo veo las dos caras de la moneda. Veo la necesidad de mejorar el downtown y el centro urbano de Miami. Pero creo firmemente en que algo más grande no siempre es mejor”.
Pero más grande, mucho más grande, es lo que ocurre en Miami en momentos que la urbanización se despliega desde el downtown de Miami y Brickell a los vecindarios circundantes, e incluso a los suburbios alejados:
▪ Allapattah, barrio de gente trabajadora y la zona más diversa de Miami, será la sede de dos megaproyectos. El primero, el River Landing, de 8 acres, tendrá un centro comercial de cinco pisos y un par de torres de apartamentos de alquiler. Ya se está levantando en la margen norte del río Miami. Un segundo complejo, arquitectónicamente avanzado, de apartamentos de alquiler y oficinas, en el lugar del mercado agrícola de Allapattah, diseñado por el arquitecto estrella Bjarke Ingels, fue aprobado recientemente en la Comisión de Miami.
▪ Coconut Grove está que revienta de proyectos de construcción. Y la zona histórica, poblada en el oeste por afroamericanos y bahameños, sufre la presión de una ola de reurbanización residencial que amenaza con borrar el vecindario y los vecinos de hace años que quedan en el lugar.
▪ En el nuevo downtown de Doral están muchas torres nuevas, además de Solé Mia, un desarrollo colosal de 184 acres de uso combinado en un antiguo basural en North Miami.
▪ Una vez más se están construyendo subdivisiones de casas y apartamentos en los límites del condado. En West Kendall, el enorme urbanizador internacional de apartamentos Greystar ha completado dos fases de su proyecto Casa Vera, donde los alquileres van de $1,600 a $3,300 y que anuncia su proximidad a los Everglades como parte de sus atractivos. A lo largo de la extensión del Turnpike de la Florida, en el sur de Miami-Dade, las últimas tierras agrícolas que quedaban dentro de los límites de desarrollo urbano del condado también están dando paso a nuevas viviendas.
▪ El enorme y controversial Magic City Innovation District en el Pequeño Haití, que propone levantar a lo largo de 15 años lo que en realidad es una ciudad miniatura en el corazón de esa comunidad de inmigrantes, está cerca de ser aprobado por el gobierno municipal.
“No lo puedo creer”, dijo Dolly McIntyre, una veterana preservacionista de Miami que vive en la ciudad desde la década de los años 1950. “Están hablando de unos $1,000 millones en construcción en poco más de 18 acres. Dios mío, esa es toda la ciudad. Y en el medio del Pequeño Haití. Todo es grande, más grande, muy grande”.
Y con el aumento significativo del precio de la vivienda y la tierra, y en momentos que los grandes proyectos transforman radicalmente el paisaje urbano de Miami, muchos vecinos se están aventurando a zonas más lejos en busca de vivienda. Los precios han aumentado casi en todas esas zonas, pero no de manera uniforme, y buscar bolsones de asequibilidad y tranquilidad se ha convertido en una actividad necesaria tanto para los que alquilan como los que planean comprar.
Dado que en Miami-Dade hay varios niveles de gobierno, con 34 municipalidades y grandes zonas no incorporadas que gobierna el condado, la ciudad es en realidad “una federación de ciudades” que ofrece opciones y circunstancias distintas, dijo Andrés Duany, arquitecto y experto en planeación de Miami.
“Es la ciudad que conozco donde es difícil emitir juicios generales”, dijo Duany. “No hay que irse de Miami para encontrar una vivienda, como tienes que hacerlo en Tampa”.
Más de un observador opina que Miami se convertirá en algo más parecido a Los Ángeles, donde la gente trata de evitar la congestión viviendo y trabajando en un radio específico.
“En Los Ángeles usted vive en el vecindario, todo lo tiene ahí. Y aquí está empezando a suceder eso”, dijo el urbanista Richard Florida, quien vive parte del año en Miami Beach y el resto en Canadá, donde es profesor de la Universidad de Toronto. “La gente que vive en Brickell no va a South Beach”.
Para los que prefieren mantenerse cerca del centro, los vecindarios que nadie busca y los lugares que les recuerdan el Miami de antaño son joyas.
Michelle Garrido, nacida en Miami, y su esposo Peter Trujillo, abandonaron Brickell y el downtown de Miami cuando tuvieron la oportunidad de mudarse a la casa de la abuela de ella, que había fallecido, construida en 1962 en Flagami, una zona donde viven muchos cubanoamericanos, en el extremo oeste de la ciudad de Miami. El vecindario tiene en lo fundamental casas y apartamentos modestos y se ha convertido en la frontera más reciente de los que buscan casas unifamiliares asequibles dentro de los límites municipales y cerca de todo.
“Uno pasa manejando y ve las casas, todo el mundo está remodelando”, dijo Garrido, cuya casa recibió la atención que necesitaba.
La casa no es grande, pero tiene suficiente espacio para la familia que ella y su esposo planean tener, y el lugar es ideal. Los dos manejan distancias cortas al trabajo. Y los fines de semana disfrutan de ir a las cerveceras artesanales de Wynwood.
McKenzie, de 38 años, creció en el Grove y Pinecrest. Cuando estaba buscando un lugar para vivir con su esposa y un niño pequeño, se decidió por la pequeña villa de Biscayne Park, justo al norte de límite de Miami Shores, donde la cantidad de árboles y la escala humana del vecindario le recuerdan el Grove. Su firma incluso renovó la histórica cabaña de manera que sirve de ayuntamiento.
McKenzie dijo que tiene suerte de que el éxito le ha permitido disfrutar de lo mejor de los dos mundos, del viejo Miami y de la nueva, más densa y apresurada nueva ciudad global. Pero quisiera que los impresionantes cambios en la ciudad donde nació dejaran más espacio para lo que ya estaba hecho.
“Al final, es un toma y daca básico” dijo. “No se trata de si es avance o no. Si podemos avanzar respetando el pasado y las comunidades que ya están ahí, eso es ideal”.
ANDRES VIGLUCCI / El Nuevo Herald
Página Web - 2019/06/05
Fuente: https://www.elnuevoherald.com/