Tal y como confirma la OCU, no es extraño que muchas inmobiliarias recurran a métodos poco ortodoxos con tal de acelerar la venta de un inmueble
Los españoles no compramos casa. Si bien es cierto que la explosión de la archiconocida «burbuja inmobiliaria» ha producido un descenso considerable en los precios de la vivienda en los últimos años, también lo es que a día de hoy son escasos los ciudadanos que deciden lanzarse a la adquisición de un inmueble y prefieren optar por el alquiler como alternativa. Según un estudio del portal inmobiliario pisos.com, los precios deberían bajar todavía un 20% más para que se produjera un impulso en la compraventa de vivienda. Con todo ello, hay quien sí está dispuesto a hipotecarse ya aprovechando los descuentos con los que muchas entidades bancarias ha comenzado a ofertar su catálogo de inmuebles.
Ejemplo de ello son Marta y Lucas (nombres ficticios), dos jóvenes dispuestos a adquirir una de estas viviendas provenientes de una entidad bancaria pero que en su intentona se han topado con una experiencia ciertamente amarga. La pareja, decidida a aprovechar el desplome en los precios para buscar un chollo que poder costearse con sus actuales salarios, localizaba hace meses una suculenta oferta a través de internet: «200 metros, urbanización Los Llanos de Griñón, Ugena. 95.000 euros». Según la experiencia que los jóvenes han relatado a este diario, el jugoso precio les llamó tanto la atención que no dudaron un instante en contactar con la inmobiliaria que mediaba en la venta de la casa y acudir a verla lo antes posible.
El mismo día de la visita la pareja se encontró con otros compradores interesados, igual que ellos, en el inmueble. «La comercial fue muy clara al avisarnos de que el primero en hacer una oferta firme por la casa se la quedaría», asegura Marta. Sin embargo -prosigue-, había que decidirse rápido «ya que nos avisaron de que, en principio, la vivienda había sido reservada por otra pareja a la que la inmobiliaria ya se había cansado de esperar, pues no conseguían la financiación. Si nosotros hacíamos una oferta primero, podríamos comprarla sin problema». Como apunta la joven, «la compañía nos informó al instante del procedimiento a seguir para formalizar la reserva: solo debíamos mandar un correo electrónico con nuestros datos y el precio por el cual llevaríamos a cabo la compra». Dicho y hecho, Marta y Lucas efectuaron una oferta a contrarreloj a la que no tardaron en recibir contestación telefónica: «'Sois los primeros, la vivienda es vuestra'».
Cebo para acelerar la venta
La ilusión duró apenas 24 horas. Tras varias gestiones y paseos por entidades bancarias los jóvenes trataron de contactar sin éxito con la agente inmobiliaria que les había asegurado la venta. No lo lograron hasta un día después, cuando la responsable les telefoneó con un mensaje demoledor: «La casa ha sido vendida». Como Marta afirma a ABC, «desde la empresa nos explicaron que aquellos compradores de los que tan cansados estaban habían decidido finalmente adquirir la vivienda. Aunque nuestra oferta había sido la primera en llegar —según confirmó la responsable— la otra pareja había contactado poco después con la entidad bancaria para cerrar un acuerdo, pues la inmobiliaria jamás informó al banco de que el inmueble ya tenía comprador».
La impotencia de los jóvenes se tornó en desesperación al comprobar que la falta de comunicación entre los trabajadores de la empresa había tirado abajo sus ilusiones. «No nos quedamos tranquilos con la explicación y acudimos a la inmobiliaria para hablar con la persona que había cerrado el acuerdo con nosotros.
Tras una conversación un tanto tensa, terminaron reconociendo que lo que su empresa había hecho no era "limpio" y que formaba parte de una maniobra para presionar a los otros compradores, pues ya tenían todo el 'papeleo' acabado y la gestión era más cómoda para la compañía. De este modo, la inmobiliaria no dudó en utilizarnos como cebo, rompiendo un contrato oral sin importarle lo más mínimo los daños causados».
Práctica ilegal
ABC se ha puesto en contacto con la Organización de Consumidores y Usuarios para comprobar si este tipo de prácticas son habituales en el sector inmobiliario. Respecto al caso de Marta y Lucas, la OCU es clara al afirmar que la empresa «ha vulnerado un contrato verbal y que, por tanto, existe base jurídica para interponer una denuncia». No en vano, y ante situaciones similares, el colectivo aclara que deberemos ser realistas y saber que, aunque la razón esté de nuestra parte, «será bastante difícil que una denuncia de este tipo prospere, pues hay que probar que dicho contrato verbal existe, algo muy complicado sin una grabación o una prueba escrita».
Por situaciones como esta la OCU recomienda que, en todo momento, el comprador cuente con pruebas por escrito de todo cuanto hace o acuerda con una inmobiliaria. «Si en lugar de por teléfono la empresa hubiera confirmado la reserva a través del correo electrónico, la denuncia de los jóvenes podría haber llegado a buen puerto». ¿Es este un truco común entre los profesionales del sector inmobiliario? Según el portavoz de la Organización de Consumidores y Usuarios, «al producirse este acuerdo verbal en una fase pre-contractual y sin documentos escritos, la inmobiliaria juega con ventaja a la hora de emprender este tipo de estrategias, ya que tiene poco que perder. No es una práctica legal, pues se está incumpliendo un contrato, pero la reclamación es difícil y ellos lo saben».
Segundo asalto: casa al mejor postor
Tras el mal trago vivido, los jóvenes dejaron de lado la búsqueda de vivienda aunque, debido a las molestias causadas por la inmobiliaria que intermedió en la venta, la responsable de la entidad bancaria se comprometió a encontrarles una casa de similares características a la perdida. Así lo hizo y, al poco tiempo, había otro chollo a la vista y para el que la pareja también inició conversaciones, eso sí, sin intermediación de empresa alguna.
Como en la ocasión anterior, también este inmueble tenía otro comprador interesado con el que era necesario competir. Lo que la pareja encontró esta vez fue, sin duda alguna, una táctica quizás más propia de un vodevil que de una gestión comercial: «La responsable del departamento inmobiliario nos sugirió un "juego" a través del cual la vivienda se la llevaría el mejor postor, aunque de una manera un poco extraña. Sus palabras —cuenta Marta— fueron las siguientes: 'cada uno de los compradores acudirá a mi oficina y, frente a mí, escribirá en un papel su oferta. Después, me entregará los papeles al mismo tiempo y la oferta más alta será la ganadora». Los jóvenes, ante la falta de seriedad, desistieron en este segundo intento. «No entendimos sus pretensiones —afirma la joven—. El precio de la vivienda era de 110.000 euros pero buscaban que, haciendo una oferta a ciegas, subiéramos mucho más el valor inicial para así asegurarnos la adquisición. Nos pareció una broma de mal gusto y nos retiramos».
Situaciones como esta son consideradas por la OCU como meras estrategias comerciales que, al contrario que en el caso anterior, sí entran dentro de la legalidad. «La subasta es legal, pues el prestador de servicios —en este caso el banco— puede poner las reglas que decida. Lo ideal para no llevarse disgustos es asegurarse de que las condiciones de la subasta están por escrito o de lo contrario también habrá problemas».
El de Marta y Lucas no es, como afirma la OCU, el único caso en que una inmobiliaria utiliza métodos poco ortodoxos con sus clientes. «Este tipo de situaciones suele darse, sobre todo, en casos en que la vivienda es una «ganga» y en los que la inmobiliaria puede utilizar a varios compradores para quedarse con el que más le interese». Por ello, la OCU alerta ante el juego sucio: «Si va a comprar casa y nota algo extraño en la gestión, retírese de la oferta, pues los precios seguirán bajando y es inútil arriesgarse por un chollo que quizás no merezca tanto la pena.»
I. ZAMORA / ABC
Página Web - 2014/03/17
Fuente: http://www.abc.es