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Vivienda cerca y asequible (COLOMBIA)

Andrés Ortiz, secretario de Planeación, habla sobre el precio del suelo y la demanda de vivienda.

 

En almuerzos familiares, foros y editoriales se discute sobre los altos incrementos del metro cuadrado, las hipotecas o los arriendos en Bogotá. Todos con un elemento común: sigue subiendo… El Banco de la República registra este fenómeno con el Índice de Precios del Suelo en Bogotá que entre 1960 y 2004 subió 4 puntos sobre la inflación, pero que desde entonces viene incrementándose tres veces más rápido.

 

Lo que no discutimos tanto son las consecuencias de estos fuertes incrementos. En 2011, en Bogotá las familias de estratos 1, 2 y 3 gastaban el 20,9 % de sus ingresos en vivienda, hoy gastan el 28,4 %. En un hogar con dos millones de pesos de ingresos, esa diferencia podría significar anualmente 1,8 millones de pesos que se podrían destinar en educación, recreación o deporte. En mejor calidad de vida.

 

Sin embargo, la población de menores recursos no tiene lujos que sacrificar por esa vivienda que cada día es más costosa. Deben buscar alternativas en la informalidad y los municipios vecinos. Entre 2012 y 2018 se hicieron anualmente casi 20.000 viviendas informales en crecimiento vertical en barrios populares de muy alta densidad y sin los soportes urbanos requeridos; y se expulsaron otras 30.000 a los municipios aledaños, la mayoría de viviendas, de interés social.

 

En la informalidad y en la sabana, esa población queda lejos de los sitios de trabajo, el transporte público, los parques y la infraestructura social. Más horas de desplazamiento, más pasajes de transporte, más contaminación y menos horas con sus hijos: una muy mala receta. A esto se le suma que, entre 2005 y 2016, Bogotá creció 2.637 hectáreas, mientras que los municipios de la sabana crecieron 19.494, lo que equivale a más del 50 % del área urbana de Bogotá.

 

A esos ciudadanos que más necesitan la ayuda del Estado, en vez de expulsarlos a la periferia y la informalidad, debemos ofrecerles oportunidades de calidad de vida y equidad. Esto es ofrecerles piezas de ciudad, donde vivirán todos sus días, toda su vida, cerca de sus lugares de trabajo, con parques, colegios, hospitales, vías y transporte público.

 

Ese es probablemente el principal reto que tendrá Bogotá y sus futuros dirigentes. Con una demanda esperada de 900.000 viviendas, no se trata de crecer o no crecer. Se trata de cómo organizar ese crecimiento para generar calidad de vida, felicidad y equidad. Si negamos el crecimiento como se hizo en el pasado, restringiendo la oferta de suelo y de vivienda, seguirán subiendo los precios, como sucede con el tomate o la papa cuando hay escasez.

 

Como ciudad, tenemos la responsabilidad de planear y ejecutar esos proyectos, balanceando la renovación urbana y la expansión, permitiendo que cada nuevo hogar bogotano tenga un espacio de calidad a un precio indicado. Donde sea feliz y donde pueda desarrollar sus sueños y los de su familia.

 

 


Andrés Ortiz / El Tiempo

Página Web - 2019/07/14

Fuente: https://www.eltiempo.com/