Visionarios urbanos imaginan edificios verdes para contrarrestar el cambio climático.
El mundo que conocemos se transforma a una velocidad de vértigo pero de forma casi imperceptible. La tecnología y la ciencia lo están cambiando todo: desde nuestra esencia como especie hasta nuestro entorno inmediato.
Lo mismo sucede con la acelerada depredación ambiental, que amenaza nuestro hábitat y nuestra subsistencia; con la superpoblación, las migraciones, el envejecimiento y otros fenómenos urbanos que están obligando a la transformación de las ciudades que habitamos.
Se calcula que el 70 por ciento de la humanidad, unos 6.000 millones de personas, vivirán en las urbes del mundo en el 2050 y se disputarán desde los espacios hasta el aire, la energía, el agua y los alimentos, entre otras cosas, lo que significa que habrá que expandir las ciudades o crear otras nuevas, sin destruir más el planeta y sin que el estrés, la contaminación y la exclusión se hagan insoportables.
En Colombia, el Departamento Nacional de Planeación y el Dane pronostican que la población llegará a más de 60 millones en el 2050, que casi 35 de los 45,5 millones de colombianos registrados en el censo de 2010 vivirán en las ciudades y que Bogotá y los municipios aledaños sumarán más de 13 millones de habitantes.
No se pueden ignorar las transformaciones que se anuncian y avecinan, y las ciudades del futuro deben programarse, opinan expertos.
Urbanismo verde, participativo, vertical, al estilo de los supersónicos con todo y carros voladores, las casas vegetales y los edificios comestibles, son algunas de las tendencias en las que los urbanistas trabajan para lograr una mejor calidad de vida urbana en el 2050, que parece lejano pero está a la vuelta de la esquina.
Los adelantos futuristas urbanos más palpables están en Asia. En Singapur, por ejemplo, el espacio es muy reducido, y eso lo convierte en un campo de investigación ideal para crear las megalópolis del futuro, con buena calidad de vida. Por eso contactamos a un reconocido experto que trabaja en ciudades del futuro verticales, verdes y comestibles en Asia desde hace 25 años.
El futuro es hoy
“La ciudad del futuro debe ser autosuficiente en energía, agua y alimentos, proporcionar amplios espacios verdes y movilidad eficiente. Ser capaz de implementar estrategias de la economía circular y, en última instancia, ir a cero desperdicios”, dice a EL TIEMPO el famoso arquitecto Wong Mun Summ desde Singapur.
Junto con el arquitecto australiano Richard Hassell, su compañía Woha ha desarrollado más de medio centenar de proyectos urbanos en Australia, China y el sureste asiático, como el Hotel Oasia Downtown, Kampung Admiralty y Enabling Village, en Singapur, conocidos rascacielos verdes que han traído de regreso a la ciudad una gran cantidad de aves, mariposas y otros animales expulsados por la selva de cemento.
Se trata no solo de traer el campo a la ciudad sino de minimizar el consumo en los servicios. “Integramos estrategias pasivas para reducir el consumo de energía y agua e integrar el paisaje como un material, no solo como “guarnición” en nuestras construcciones.
Además de reducir la carga térmica del edificio y “filtrar” el aire, las plantas tienen un efecto positivo comprobado en los seres vivos. “Estar rodeado de vegetación realza nuestra sensación de bienestar y nos relaja. Tener un paisaje bien diseñado y pensado también devuelve la biodiversidad a las áreas urbanizadas”, dice.
Su meta son los diseños de alta densidad, vida vertical y acogedores. “Nuestro trabajo requiere sistemas de pensamiento porque no vemos nuestros proyectos como edificios independientes que sirven solo para un propósito, sino como desarrollos integrados en los que las personas puedan vivir, trabajar y divertirse sin tener que desplazarse de una parte a otra de la ciudad. Eso libera espacio, ahorra tiempo, reduce emisiones y puede construir comunidades fuertes. Nuestro objetivo es hacer que estas estructuras de alta densidad y entretenimiento sean altamente habitables y hermosas para que las personas no se alejen de la vida vertical”, afirma.
Wong cita como ejemplo el Kampung Admiralty. “Es un desarrollo integrado que combina viviendas públicas para personas mayores, asistencia en salud, cuidado de niños y ancianos, opciones de alimentos y bebidas, tiendas y naturaleza en un solo edificio. Incluso hay una granja urbana en la parte superior para que las personas cultiven verduras y frutas en su comunidad”.
Otras opiniones
Empresas de tecnología como Cisco, IBM, Intel y Siemens consideran que las ciudades más inteligentes del futuro serán las que estén más conectadas con la red y desarrollen proyectos, desde China a América, sobre prevención de delitos, datos de agua, sistemas inteligentes de transporte público o para mantener informados a los ciudadanos sobre accidentes de tráfico y otras novedades, como sucede hoy en Río de Janeiro. Pero Carlo Ratti, director de Ciudades Sensibles del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), estima que una cosa es la batalla de ventas entre esas corporaciones y las necesidades de las urbes del futuro. Para él, los ciudadanos no son autómatas sino colectivos vivos y pensantes que deben decidir lo que más convenga.
“Las ciudades, atiborradas de gente, contaminadas y vialmente colapsadas necesitan modificarse, concebirse de forma más inteligente y operativa, y en eso debe trabajarse”, dice el colombiano Danilo Gómez.
Para él y otros urbanistas, si las ciudades del pasado les dieron forma a las personas, el futuro exige lo contrario. Que ideemos los espacios en los que queremos vivir, con menos costo y más calidad.
Las ciudades que conocemos “están llegando a su punto de quiebre”, como advirtió David Gann, director del Laboratorio de Economía Digital del Imperial College, de Londres, y, por eso, sin una buena estrategia, colapsarán en el futuro.
“No podemos evitar que la gente se mude a la ciudad, pero tampoco podemos seguir empujando los límites de la ciudad hacia afuera. La única forma de expandirnos es verticalmente”, insiste Wong.
En el caso de Bogotá, las perspectivas de la ciudad futura serían diferentes, pues “dejará de crecer en 20 años, cuando llegue a los 8,4 millones de habitantes”, según el respetado arquitecto bogotano Carlos Roberto Pombo, presidente de la Sociedad de Mejoras y Ornato.
La tasa de natalidad no solo está disminuyendo aceleradamente sino que la ciudad está expulsando gente y envejece. “Lo que tenemos que construir es una sociedad que participe de las decisiones del Estado”, afirma Pombo.
La ciudad participativa de la que habla Pombo la está trabajando Kent Larson en el MIT. “Nuestro trabajo consiste, sobre todo, en buscar de forma colectiva mejores alternativas al urbanismo tradicional. La palabras claves son densidad, diversidad y proximidad”.
El MIT ideó la City Scope, una plataforma tangible y digital, para resolver los desafíos de diseño espacial y planeación urbana. Entre otras ventajas, esto permite observar la circulación del tráfico y el consumo de energía, además de otros aspectos. Y también instaló plataformas en Beijing y Hamburgo, una ciudad en la cual los ciudadanos la emplean a fin de encontrar el mejor sitio para albergar unos 20 mil refugiados.
“Creo que las ciudades del futuro estarán conformadas por barrios compactos, unidos por un sistema de transporte público eficaz que fomentará las interacciones sociales y la creatividad”, dice Larson .
Es urgente
El tiempo es un suspiro. Ayer, hace 30 años, el celular no era una necesidad; las distancias eran enormes, y los canales nacionales de televisión eran suficientes para suplir nuestras exigencias de información.
Hoy, todo cambió: cabeza y celular tienen una importancia parecida; hablar con Dubái desde Chía es tan fácil como hacerlo con Cota, y quien no sabe qué es Netflix está más out que los Farman F-40 o los Junker F13, los primeros monoplanos metálicos que dieron inicio a la historia de nuestra aviación hace casi un siglo.
Programar las ciudades del futuro es, por lo tanto, una necesidad urgente y, con los avances de la ciencia y la tecnología, una obligación.
El menú ya está servido. Como aperitivo, hoy se habla de la construcción de un edificio de 28 kilómetros de alto, construido sobre una gran hacienda, con animales y cultivos, que se reproducirá cada cierto número de pisos, para alimentar y agradar a todos, incluso al medioambiente.
De momento, es solo un proyecto, pero los primeros pasos ya se dieron con el Kampung Admiralty, del que habló Wong antes, y con la inauguración, este año, de la torre Yedá o Jeddah Tower en Arabia Saudita, que tendrá más de un kilómetro de altura y se convertirá en el edificio más alto del mundo, al superar al Burj Khalifa, el rascacielos de Dubái (Emiratos Árabes), de 163 pisos y 828 metros de altura.
“Integramos las granjas urbanas en nuestros edificios; incluso tenemos una en el techo de nuestra oficina, por lo que creemos que la integración de un elemento de producción de alimentos en el diseño del edificio es una parte importante para crear una ciudad suficiente”, reitera Wong.
Para Sean Affleck, de la firma internacional de arquitectura Make, “cultivar fachadas vivientes podría enfriar las ciudades como lo hace un bosque” y contrarrestar el cambio climático.
Wong trabaja hoy en un proyecto para Asia en el cual empleará en naturaleza el 1.000 por ciento de una edificación, más de 10 veces la superficie de construcción, “lo que significa que en la ciudad del futuro, más densa y moderna, podrá existir 10 veces más de naturaleza de la que existe hoy ”.
Para él, hacer el bien en urbanismo no es solo mitigar los efectos de las islas de calor urbano y el cambio climático, sino “también incorporar la sostenibilidad social” y responder honestamente a interrogantes sobre la manera como construimos comunidades fuertes o lidiamos con el cambio demográfico en términos de vivienda para personas mayores, cómo creamos viviendas asequibles y habitables para todos, o cómo podemos implementar estrategias que sean ecológicas y respetuosas con el clima”.
La verticalidad verde, en su opinión, es una buena solución para cualquier ciudad del mundo, pues se haría el bien “en reducir nuestra huella horizontal y devolverle espacio a la naturaleza”.
Gloria Helena Rey / El Tiempo
Página Web - 2019/06/13
Fuente: https://www.eltiempo.com/