Comienza en Buenos Aires la Tercera Cumbre Internacional de Ciudades Culturales. La catalana Emilia Saiz, voz clave del encuentro, propone un modelo de metrópoli posible y de tránsito hacia la igualdad.
Cuando se le pregunta sobre sus prioridades para los próximos años suele decir que desea garantizar que las agendas globales se construyan a partir de las prioridades locales y que la acción internacional de los gobiernos locales se entienda como un papel indispensable para satisfacer las necesidades locales con solidaridad, justicia y responsabilidad en el centro. Así se expresa Emilia Saiz, que se ha dedicado profesionalmente a promover el papel de los gobiernos locales en el desarrollo, así como a fomentar las relaciones entre las ciudades y sus asociaciones en todo el mundo. En la Tercera Cumbre Internacional de Ciudades Culturales que se realiza esta semana Saiz va a moderar las mesas: “Consejo político de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU): Oportunidades para todos, cultura y diplomacia de las ciudades: claves para el desarrollo sostenibles y la paz. Diálogos generacionales y creatividad: estrategias para la juventud” y “La cultura en los ODS. Hacia un Objetivo Cultura 2030”. Antes de llegar a Buenos Aires, dialogó con Ñ por correo electrónico.
–¿Cuáles son las características que hoy definen a un ciudadano global?
–Nuestro día a día tiene menos límites virtuales que locales. Muchos de nosotros accedemos a noticias, comunidades y servicios que se generan en muchas partes del planeta. Sin embargo esto choca con las realidades de los marcos legales y de nuestras calles. De momento, la ciudadanía global se enmarca en una realidad de cliente global. De cara al futuro esperamos que podamos desarrollar un concepto más amplio con derechos universales compartidos con conciencia y responsabilidad ciudadana.
–¿Es realista pensar en definir los derechos de una ciudadanía global?
–Creo que las transformaciones sociales no hay que medirlas en términos de realismo sino en términos de necesidad, justicia y busca de una mejor calidad de vida. Desde esa perspectiva, creo que la era de las ciudades nos tiene que permitir descubrir el desarrollo de marcos de gobernanza diferentes con las comunidades en el centro de las tomas de decisiones. Desde las ciudades, y desde los vecindarios, hemos de promover el diálogo, la tolerancia y la solidaridad que nos permitan definir sociedades más felices, sostenibles y comprometidas. El diálogo intergeneracional es básico en este contexto y también la inclusión de todos los residentes sin diferenciar en status.
–¿Qué papel cumplen la ciencia, la cultura y la tecnología en este contexto? ¿Qué importancia tienen cuando hablamos de proyectar una ciudad?
–La cultura es un eje vertebrador del desarrollo, y esto es algo que en CGLU tenemos claro. Los procesos culturales son primordiales a la hora de ampliar las libertades y mejorar la vida de las personas. Gracias a la innovación de la tecnología que expande la creatividad de los más jóvenes, hoy hay miles de intercambios de propuestas para construir mecanismos de colaboración y llevar a cabo políticas culturales también sensibles a las necesidades de las futuras generaciones. Cualquiera que conviva con nativos digitales podrá comprender la amplitud de su mundo más allá de las fronteras, locales y nacionales.
–¿Cómo se conjugan estas premisas con los avances tecnológicos que a veces pueden tener un papel ambivalente?
–Es muy importante que las nuevas tecnologías no amplíen las brechas de desigualdad que aquejan a nuestras sociedades y por eso entenderse como ciudadano global comprometido más allá de usuario o consumidor de productos globales es de gran importancia. La semana que viene en la Cumbre se abordarán estos temas. Nuestras ciudades, las urbes centenarias, espacios de encuentro por excelencia, han de ser motores de creatividad fomentado por la diversidad y salvaguardas de los derechos humanos. No somos ingenuos créanme. No pensamos que este tipo de transformación sea fácil. Pero comprender nuestros derechos y responsabilidades compartidas con el resto del planeta será crítico para su sostenibilidad. De la misma manera, tendremos que poner la cultura, creación y educación cultural en un lugar mucho más prominente si queremos superar el reto de la robotización y la gestión puramente algorítmica de los recursos y servicios. La cultura es el cuarto pilar del desarrollo sostenible y son las ciudades las que construirán con sus prácticas y experiencias estos cimientos. Estamos convencidos, desde CGLU y desde nuestra Comisión de Cultura, de que las grandes agendas internacionales necesitan más presencia de temas culturales porque es imposible pensar una ciudad sin pensar en el patrimonio de ella, o en valores como la creatividad y la diversidad de una ciudad, que son los que se acaban proyectando y yendo más allá de sus lindes.
–¿Cree que la Unión Europea alienta el desarrollo y crecimiento de todas las ciudades o solo de aquellas que son clave en económicamente?
–Creo que la política de cohesión territorial Europea ha sido la gran llave para el desarrollo que ha conocido el continente. Hay pocas partes del mundo que hayan invertido tanto en cohesionar los territorios. No digo que se haya acertado en todo, ni que lo hecho hasta ahora haya sido suficiente pero el marco de integración europeo ha conseguido grandes logros. La conciencia de una ciudadanía europea en toda una generación de jóvenes es una parte menos visible pero estratégicamente vital. Ahora esta generación crecida con menos barreras que las anteriores tiene la gran responsabilidad de afianzar valores y la solidaridad. Esperemos que sepan hacerlo.
–¿En qué medida la solidaridad dejó de ser una categoría, un valor ideal, y es puesta en práctica por el ciudadano en el que usted está pensando?
–La solidaridad tiene la gran ventaja de poder desarrollarse desde cualquier ámbito y nivel. Cuando se fundó nuestro movimiento municipalista internacional en 1913 –hace más de 100 años y antes de las grandes guerras mundiales–, las ciudades ya se daban cuenta de que los retos a los que se habían de enfrentar eran de tal magnitud que el intercambio de experiencias sería vital. Hoy, además de intercambio, creemos que tenemos que hacer una estrategia juntos y la solidaridad es nuestra táctica para alcanzar el gran objetivo del bien común. Los gobiernos locales han de asumir la responsabilidad de proteger el bien común de salvaguardar nuestros derechos, de fomentar el bienestar junto a los demás niveles de gobierno, pero desde un conocimiento profundo de las realidades locales. A las ciudades, grandes y pequeñas, les toca hacer sonar la alarma sobre tendencias y consecuencias de contextos globales, tales como la migración desordenada, el acceso a la vivienda, a la educación o a la salud. Poco importa si tienen o no competencias. Los vecinos son sus competencias. Son esos ciudadanos globales los que se ven afectados por trabajos que se robotizan, por cambios en la producción agrícola o por el cambio climático. Si queremos hacer frente a esos retos, hemos de estar dispuestos a incluir a todos los actores en la toma de decisiones y a cambiar los modelos hacia formatos sostenibles menos depredadores que fomenten la creatividad.
–¿Qué conceptos o consejos guarda para los gobernantes y políticos que consideran que el presupuesto en cultura es un gasto y no una inversión?
–Les aconsejaría que revisen las prioridades. Que abran bien los ojos para mirar a su alrededor y después los cierren para ver si pueden imaginarse un mundo sin talleres de música, sin arte callejero, sin poesía, sin cine o sin teatro. Las fibras del tejido social imprescindible para la resiliencia están compuestas en gran medida por cultura en la que tenemos no solo que invertir sino diseñarla como trampolín para la igualdad, la justicia, el compromiso y la transparencia.
Básico Emilia Saiz
Secretaria General, Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU) desde 2018. Dedicó su vida profesional a promover el papel de los gobiernos locales en el desarrollo, así como a fomentar las relaciones entre las ciudades y sus asociaciones en todo el mundo. Ha dirigido programas dedicados al desarrollo de capacidades institucionales y la cooperación descentralizada. Desempeñó un papel fundamental en la creación del grupo de trabajo mundial de los gobiernos locales y regionales y ha seguido y representado a los gobiernos locales y regionales en procesos internacionales emblemáticos como el de Río y Beijing + 20, así como el Acuerdo sobre el clima, los ODS y Hábitat III. Además participó en Cities Alliance, Alianza General de Socios y el Programa de Ciudades del Pacto Mundial.
Hector Pavon / Clarín
Página Web - 2019/04/02
Fuente: https://www.clarin.com/